sábado, 26 de agosto de 2017

Devoción o costumbrismo II



Hace algún tiempo me tocó dirigir unas palabras antes de la bajada de la Virgen de los Remedios desde su ermita hasta el pueblo de Colmenar. Esas palabras que dirigí hoy vuelven a resonar con fuerza ante unas nuevas fiestas en honor a la Virgen.
En aquella ocasión hablaba de cómo María, al igual que visitó a su prima Santa Isabel, también visitaba al pueblo, como Madre y como esclava del Señor solícita a las necesidades de sus hijos. Esto, como a todo hijo, le debería provocar una inmensa alegría, la Madre viene a visitarnos, y no cualquier madre, sino aquella que nos ha dado como hermano a Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Salvador.
Esta vivencia de fe, debería empujar a todo hijo de Dios, a todo creyente, a experimentar la gratitud por tanto que recibimos. Me consta que muchas veces si somos conscientes de lo que recibimos, pero muchas más de lo que pedimos. Sí, con fe acudimos a la Virgen a pedir, pero ¿Somos conscientes de como intercede por nosotros? Aquí hay algo importante, que quizás por desconocimiento no tengamos muchas veces en cuenta, pedimos a la Virgen, para que ella interceda ante su Hijo por nosotros. Esta es la maravillosa misión de la Virgen, llevarnos hacía su Hijo, que es quien salva. Esta gratuidad a veces me cuesta reconocerla entre las personas. Se sigue hablando por costumbrismo ante el evento de la visita de la Madre de nuestro Señor. Nos sigue costando redescubrir la novedad en los actos litúrgicos que acompañan los festejos. Veo, desconsolado, como se sigue viviendo de los típicos costumbrismos. Ayer mismo, ante la acogida de la imagen de la Virgen en el pueblo, no faltaban voces que criticaban que se había podido oír al sacerdote hablar, a modo de pregón de acogida, pero que era vergonzoso que no se hubiese escuchado el himno, y que cada vez se iba a peor. Me hago una pregunta, ¿lo más importante es el himno? ¿No es más importante acoger a tu madre? Nos gozamos de que es la “Acogida a la Virgen” pero ponemos el énfasis de la celebración en el himno y … en ¡los fuegos artificiales! Que da el ayuntamiento como comienzo oficial de las fiestas. Realmente debemos cambiar nuestra actitud, debemos vivir desde la novedad del evangelio, desde la novedad que se nos ofrece a cada momento, para despertar nuestra fe y nuestra devoción y adormilar un poco nuestro costumbrismo. Días antes, me contaban que, durante la novena, los fieles se quejaban porque se habían acortado las oraciones o porque era muy corta, una vez más, se ve el costumbrismo que nos corre por las venas. Una novena que nos debe preparar para la acogida, pero que nos lleva a la queja de que se están cambiando las cosas. ¿Esto es vivir con fe y devoción? Por último, ante esta reflexión, me viene a la mente una expresión. Confieso que no sé de dónde viene, que me tengo que informar mejor, pero que de primeras me causa cierto nerviosismo. Es una expresión que, en este pueblo, ante los festejos en honor a la Virgen se emplea: “ha comenzado la función”. ¿Qué función? ¿hay una obra de teatro y no nos hemos enterado? ¿qué es lo que funciona o deja de funcionar? Insisto que no conozco el origen de esta expresión, pero que me lleva a pensar que, si vivimos las celebraciones en honor a nuestra madre la Virgen como una función, estamos dejando de lado la fe y la devoción. Han dejado de ser celebraciones, para ser actos de la función.
Siguiendo con la reflexión, costumbrismo o devoción, en aquella ocasión, en aquellas palabras que dirigí al pueblo hablaba de que la Virgen en aquella visitación original a su prima, se quedó con ella todo el tiempo que necesitaba ser atendida, y que todos nosotros, los creyentes, nos tenemos que dar cuenta de que con nosotros también hace lo mismo, quedarse con nosotros, estar pendiente de nosotros para interceder continuamente por nosotros ante su Hijo Jesucristo, a quien nos lo ofrece como remedio a nuestras necesidades. Esta bendición es un motivo de orgullo y de alegría que debemos compartir entre todos como hermanos. Sin embargo, debido a que vivimos demasiado desde el costumbrismo, perdemos la oportunidad de hermanarnos, de vivir como auténticos hijos de María, de poder acercarnos a la imagen de nuestra madre, para tocarla, venerarla, honrarla. Sin embargo, lo prohíben, sólo unos pocos tienen ese privilegio, porque está considerado un honor especial. Pero… ¿Cómo decirle a una madre que no se acerque a sus hijos? ¿Cómo decirle a un hijo que no se acerque a su madre, y sólo la vea desde lejos? Unos aspectos, que, vividos desde el costumbrismo, hacen que pierdan todo el sentido. Una oportunidad más que podemos perder, si no despertamos nuestra verdadera fe y nuestra verdadera devoción. Vivir agarrados a las tradiciones que separan de la fe no es vivir la fe. Vivir la fe, es vivir de lo que la Iglesia nos enseña, los evangelios nos hablan y nosotros creemos. Esto es vivir la auténtica fe. No perdamos más ocasiones y pregúntate ¿Quiero vivir desde la fe o desde el costumbrismo?

Maximiliano García Folgueiras

jueves, 10 de agosto de 2017

Devoción o Costumbrismo

Hace unos años estuve en un pueblo al norte de la capital de España, Madrid. Allí viví muchas experiencias, conocí gente maravillosa y otras no tanto, pero no se trata de hacer una crítica a las personas, sino de hacer una reflexión de algo que me llamó mucho la atención. Durante las fiestas de aquel pueblo, en honor, como otros muchos pueblos de España, a la Virgen, allí ocurría algo que me llevó a hacerme una pregunta, cuando se viven las fiestas con una aparente gran devoción, ¿se sabe lo que hacen? o por el contrario, ¿se viven las cosas por puro costumbrismo? Esta cuestión es la que hoy da sentido a la presente reflexión: devoción o costumbrismo.
En una ocasión, en aquellas fiestas me tocó predicar el día de San Joaquín y Santa Ana. Lo hice en la ermita de la Santa, en el centro del pueblo. En aquella ocasión me fijé en la persona de Santa Ana como madre de la Virgen. Como madre, la dedicación, el tiempo, los cuidados,  educación que tuvo que dar y poner en aquella que después sería la madre del Salvador. Qué pensaría aquel matrimonio cuando se enterasen de que iban a ser abuelos del mismo Hijo de Dios, ¡vaya nieto les dio Dios! Los miedos que le entrarían a aquellos padres y la preocupación por lo que tendría que vivir su hija en aquella situación. La primera experiencia era decírselo a José y cómo éste se lo tomaría, ¿cuáles serían los consejos de aquellos padres?  Lo cierto es que la responsabilidad que tenían era enorme pero esperanzadora. Fueron ellos los primeros que enseñaron el valor de la familia, nada menos que a la que iba a dar forma a la Sagrada Familia. Fueron aquellos padres los que enseñaron a rezar y a ponerse en las manos de Dios a aquella que iba a llevar en su seno al mismo Dios. Aquellos padres debieron enseñar a la niña cómo ser servicial en las labores de casa, a aquella que después tuvo que ver y acompañar a su Hijo hasta la muerte de cruz. ¡Vaya tarea de aquellos padres de aquella niña que no dudo en decir sí a Dios y traer a la vida al Salvador de la humanidad!
No me cabe la menor duda, que aquella niña, que pasaría a la historia como la Virgen María, después de tantos y tantos esfuerzos de sus padres, la Virgen les tendría un gran amor, no podría ser de otra manera, la madre del Amor que ama. En las fiestas de aquel pueblo, la primera noche, cuando llegaba la Virgen desde su ermita hasta el pueblo, pasaba la noche en la ermita de Santa Ana, entonces me dí cuenta de lo bonito de aquel gesto, la Virgen pasa la primera noche en la “casa de su madre”, como tantas y tantas noches haría en su vida. Pues bien, este gesto devocional, me sorprendió que los lugareños no se habían percatado, por lo general, de hecho alguno me lo manifestó de palabra, que después de tantos años, nunca lo había pensado. Fue entonces cuando pensé, ¡se puede vivir una de desde los costumbrismos! ¡Podemos vivir desde el “como siempre se ha hecho así”! Pienso que eso no es vivir la fe. Es vivir de una tradición popular, más o menos religiosa, pero si se pierde el sentido religioso, se corre el riesgo de vivir sólo una tradición, por muchos “vivas” que se suelten al aire.
La fe no es una mero costumbrismo que nos hace perder el sentido a lo que vivimos, a lo que celebramos, a lo que creemos. La fe es algo vivo, todo culto, toda celebración, está llena de sentido y de vida. Comenzando por la celebración más sagrada, la Eucaristía, hasta lo más puramente popular, como pueden ser las celebraciones de unas fiestas. Me preguntó, si realmente somos conscientes de lo que celebramos, o lo hacemos por costumbre. Tantas procesiones, tantos rituales, tantas oraciones que se hacen, ¿podemos permitirnos el lujo de pasarlos, pero no vivirlos? No estamos en tiempos de perder las oportunidades que se nos dan. A todo aquel que le interese un mínimo su fe, se dará cuenta de lo importante que es pararse y pensar qué es lo que se está haciendo y de qué manera.
Aprovechemos cada oportunidad que nos da la liturgia de la Iglesia para acercarnos al Misterio de nuestra fe. Vivamos con devoción y no por costumbrismo. En la liturgia todo está lleno de sentido que nos hace experimentar el amor y la salvaciónde Dios. Santa Ana y San Joaquín, no vivirían de costumbres con su hija y con su nieto, siendo quienes eran. Tendrían que aprender a vivir el día a día desde la novedad. Hoy estamos llamados nosotros a vivir esa novedad, no lo desaprovechamos. Novedad es contraria a costumbre.  No está todo perdido, hoy podemos empezar a vivir la novedad del Evangelio, empieza hoy y no lo dejes para mañana, como decía mi difunto padre “por la calle del después se llega a la plaza del nunca”.
Maximiliano García Folgueiras

sábado, 6 de mayo de 2017

El perdón

viernes, 31 de marzo de 2017

Ser consciente de la presencia de Cristo

¿Cuándo perdemos la esperanza? Hay un dicho de que la “esperanza es lo último que se pierde”, sin embargo, en muchos momentos nos vienen circunstancias en las que parece que todo está perdido y ya no hay solución. Nos dejamos llevar por el pesimismo que circunda la sociedad y apartamos nuestra mirada de la fuente de la esperanza: Jesucristo. En estos momentos podríamos reconocernos en las palabras de Marta, con la muerte de su hermano Lázaro: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”, lo que traducido a nuestros días es lo que tanto se oye de “si Dios existiese, no pasarían las cosas malas que suceden”. Es evidente, que en estos momentos la mirada se aparta de Dios, fuente de toda esperanza. En estos momentos parece que ya no hay solución. Pero Marta nos enseña la importancia de rectificar, la importancia de recordar lo que hizo el Señor por nosotros y los motivos que nos da para poder seguir esperando “Aún ahora sé que todo lo que pidas, Dios te lo concederá”. No podemos dejar de escuchar estas palabras en nuestro corazón, en todo momento, en toda situación, por duro y difícil que sea, Dios está preparado y deseoso de actuar en nuestro favor. Dios no nos abandona y nos pregunta “¿crees esto?” Marta entonces, a pesar del momento difícil, fue capaz de reconocer que Jesús estaba presente, que el Mesías, el Hijo de Dios, se había hecho presente para traer la salvación, la luz y la plenitud al mundo. ¿Qué respondemos nosotros? ¿reconocemos a Cristo presente entre nosotros? Sigamos viviendo esta cuaresma, siendo conscientes del camino que el Señor realiza con nosotros en esta vida.


Maximiliano García Folgueiras

domingo, 26 de marzo de 2017

Realmente éste era Hijo de Dios

“REALMENTE ÉSTE ERA HIJO DE DIOS”

¿Son tan buenas y tan perfectas nuestras acciones como para ensalzar nuestro ego? Sería bueno que reflexionáramos qué es lo que hace que en nuestro mundo, cada vez se vea más soberbia y egoísmo. En esta cuaresma se nos recuerda que “Dios, siendo Dios, se rebajó de su condición divina y se hizo hombre” y realmente esto debería servir para hacer nuestro examen de conciencia y pedir a Dios la gracia de la humildad. Dios nos promete amor y perdón y nos lo da en aquella escalofriante escena: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Para ello, en esta cuaresma sería bueno posicionarnos en aquel centurión, que después de la barbaridad de azotar y crucificar a Jesús y verle muerto, exclamó: “Realmente, éste era Hijo de Dios”. Esta debe ser nuestra conversión, volver nuestra mirada al crucificado, mirar en el crucificado nuestro pecado, reflexionar cuántas veces y de qué maneras hoy hemos seguido crucificando a nuestro Señor. Pero, volver nuestra mirada a él. Observar su mirada misericordiosa, su mirada llena de amor, y escucharle, casi sin aliento por nosotros, perdonarnos. Ojalá, al final de esta cuaresma, con la experiencia del perdón de Dios, que desea otorgarle en el sacramento de la penitencia, y llenos de su amor, podamos exclamar al Hijo de Dios, como nuestro verdadero Dios y Señor. No perdamos la oportunidad de volver nuestra mirada al Señor y dejarnos sorprender, una y otra vez, por él y así exclamar con todo nuestro ser: “gracias Señor por ese amor tan irracional que has derramado en nosotros para nuestro bien y nuestra salvación”


Maximiliano García Folgueiras

martes, 14 de marzo de 2017

Vivir Sin Doblez

VIVIR SIN DOBLEZ



«¿Por qué  recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» (Sal 49,16)

Palabras muy duras del Señor. Palabras que deberían hacernos reflexionar sobre nuestra manera de vivir nuestra fe en el día a día que nos toca vivir. Son palabras que acusan directamente la hipocresía piadosa que muchos creyentes practican hoy en nuestras iglesias. Son palabras que van directamente al aparentar y no vivir. Está claro que el Señor, en esta cuaresma, nos dice que cuidemos eso de lo que hoy está tan de moda el “postureo” y que vivamos con entereza nuestra fe. En esta cuaresma se nos pide que seamos íntegros, que no haya doblez en nuestra forma de vivir.
Seguramente hemos sido testigos, e incluso culpables en alguna ocasión, de aparentar una forma piadosa de vivir, pero que, en el fondo, en el interior hay un gran vacío. ¿Qué conseguimos con esto? ¿A quién pretendemos engañar? Realmente podríamos engañar a las personas, e incluso en un ejercicio de interiorización, podríamos engañarnos a nosotros mismos, pero no podemos pensar que podemos engañar a Dios. Dios conoce lo más profundo de nuestro corazón, Dios sabe lo que vivimos y cómo lo vivimos. Y el por él, para él y con él con quien tenemos que vivir nuestra vida de fe. Entonces, ¿qué ganamos viviendo una fe, sólo de apariencias? En esta cuaresma, se nos pide cambiar nuestro corazón, se nos pide abrir nuestro corazón a la docilidad de Dios. Se nos pide ser transparentes ante Dios y tomar una decisión de vivir nuestra fe desde nuestro interior y no desde las falsas apariencias. Dios nos muestra que él es el hombre sin doblez, que entregó su vida, siendo coherente con su misión, para la Salvación de la humanidad. ¿Estamos nosotros dispuestos a vivir la fe de esta manera? Entonces comencemos por reconocer nuestros errores,  pidamos perdón a Dios, en el sacramento de la penitencia, y recomencemos nuestra vida cristiana de nuevo, al estilo que nos dejó nuestro Señor. De esta manera, seguiremos caminando por este desierto cuaresmal, como Dios nos pide.


Maximiliano García Folgueiras

lunes, 6 de marzo de 2017

Vivir el amor y caminar hacía la santidad




Muchas veces hablamos del ayuno cuando llega la cuaresma. Parece que es un enorme sacrificio el de guardar el ayuno. Sin embargo, en esta cuaresma el Señor nos pregunta, ¿de qué nos sirve no comer si no amamos al hermano? Sería en el fondo, como buscar un premio por algo meramente externo, que no tendría ningún sentido, sino es el interés. El ayuno que nos pide el Señor en esta cuaresma es amar a nuestros hermanos, a nuestro prójimo, salir de nosotros mismos e ir al encuentro del que tenemos al lado, muchas veces solo, muchas veces desnudo, muchas veces hambriento o sediento, muchas veces pasando frío. Ver en aquella persona el reflejo de Cristo sufriente, que está en nuestras calles. Abrir nuestra mirada hacía ellos y acercarnos, como buenos samaritanos, para dedicar parte de nuestro tiempo a ellos. En esta cuaresma deberíamos pretender hacer un mundo más justo, gritando al Señor, como el profeta Isaías, “Aquí estoy”, ante la llamada universal que nos hace el Señor hacía la santidad “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. No podemos engañarnos, no podemos relajarnos ni justificarnos, estamos llamados a buscar la santidad, y esta búsqueda se tiene que dar ahora, en el momento y circunstancia concreta en la que nos encontremos. Una búsqueda que viene impulsada por la llamada del Señor y su gracia que derrama en nosotros. Esta santidad pasa por el amor y el sacrificio cuaresmal, fijándonos en cómo actúo el Señor con amor y misericordia para con los demás. Deberíamos caer en la cuenta de cómo el Señor se entregó por nosotros, ¿qué hacemos nosotros por los demás? “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de mis hermanos, conmigo lo hicisteis”. ¿Estamos dispuestos a amar al prójimo? ¿Estamos dispuesto a buscar la Santidad en esta cuaresma? No perdamos el tiempo, pues éste apremia, es el tiempo de la misericordia, es el tiempo de la Salvación. Caminemos en esta cuaresma en el amor a los demás y en búsqueda a la santidad.



Maximiliano García Folgueiras

lunes, 27 de febrero de 2017


COMENZAMOS LA CUARESMA 2017
            Con el miércoles de ceniza comenzamos la cuaresma. Otra vez, otro año más se nos regala la posibilidad de convertir nuestros corazones al amor y a la misericordia de Dios. Una vez más se nos recuerda que somos polvo, ese polvo que mancha, ese polvo que molesta, ese polvo que hay que quitar y limpiar. ¿Cómo lo hacemos? Convirtiéndonos y creyendo en el evangelio.
            La cuaresma es el momento de posicionarnos como cristianos ante el mundo, ante la realidad que nos rodea, ante las situaciones concretas que estamos atravesando. Cuaresma es tomar conciencia de que tengo que aprender a vivir como cristiano, siendo consciente de todas esas ocasiones que he perdido, dejándome llevar por mis propios intereses y egoísmos. Para ello se nos proponen los tres caminos cuaresmales: ayuno, oración y limosna. No tanto, refiriéndose a lo material, que también, sino a cuidar el cuerpo y el alma de todo lo que puede separar de Dios. Un ayuno de murmuraciones y habladurías, un ayuno de egoísmos y envidias, un ayuno de soberbia y rencor. Una limosna de perdón y de paz, una limosna de amistad y fraternidad, una limosna de cercanía y solidaridad con los más necesitados. Una oración elevada a Dios desde la realidad concreta que estamos atravesando, una oración de entrega a los demás, una oración activa para con los demás y pasiva escuchando a Dios y su Palabra de Vida Eterna, una oración sacramental, donde reconciliarnos con Dios por nuestro pecado y alimentarnos de nuestro Salvador y Señor, alimentando nuestra fe.
            En el fondo la cuaresma es rasgar los corazones y no las vestiduras, no se trata de aparentar, no se trata de parecer, no se trata de que los demás nos vean lo que hacemos o no. Se trata de cambiar lo que realmente mueve nuestra vida, de cambiar nuestros sentimientos y nuestras vivencias que se alejan de las vivencias cristianas, se trata de que nuestro cambio cuaresmal sea por y para Dios. Se trata de arrepentirnos del mal que cometemos, se trata de salir de nuestras comodidades, de nuestros aposentos, y ponernos en camino al encuentro con el Señor, aunque sabemos que no es un camino fácil, que es un camino por el desierto, que es un camino de interiorizar en nuestra vida, pero que es un camino que termina en un oasis cuaresmal, donde la fuente de la que brota el agua, es el costado de nuestro salvador, y el agua es agua de vida eterna.
¿Estamos preparados para realizar este camino cuaresmal? ¿Estamos dispuestos a llegar al Oasis de la Vida? Comencemos a caminar en este itinerario cuaresmal con fe y con esperanza de poder cambiar nuestra vida, afianzar nuestra fe, y llenarnos de Dios y de su Espíritu Santo.



Maximiliano García Folgueiras