En nuestra vida se hace muy necesario el pararse de todas las prisas que llevamos habitualmente. Es necesario reflexionar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor y no vivir como si fuésemos ajenos a lo externo. Hoy más que nunca urge saber dar una mirada creyente y esperanzadora ante un mundo en crisis. Nos disponemos a ofrecer una serie de reflexiones que nos ayuden a descubrir lo que hay a nuestro lado y dar una respuesta creyente y comprometida ante las distintas situaciones.
sábado, 26 de agosto de 2017
Devoción o costumbrismo II
jueves, 10 de agosto de 2017
Devoción o Costumbrismo
Hace unos años estuve en un pueblo al norte de la capital de España, Madrid. Allí viví muchas experiencias, conocí gente maravillosa y otras no tanto, pero no se trata de hacer una crítica a las personas, sino de hacer una reflexión de algo que me llamó mucho la atención. Durante las fiestas de aquel pueblo, en honor, como otros muchos pueblos de España, a la Virgen, allí ocurría algo que me llevó a hacerme una pregunta, cuando se viven las fiestas con una aparente gran devoción, ¿se sabe lo que hacen? o por el contrario, ¿se viven las cosas por puro costumbrismo? Esta cuestión es la que hoy da sentido a la presente reflexión: devoción o costumbrismo.
En una ocasión, en aquellas fiestas me tocó predicar el día de San Joaquín y Santa Ana. Lo hice en la ermita de la Santa, en el centro del pueblo. En aquella ocasión me fijé en la persona de Santa Ana como madre de la Virgen. Como madre, la dedicación, el tiempo, los cuidados, educación que tuvo que dar y poner en aquella que después sería la madre del Salvador. Qué pensaría aquel matrimonio cuando se enterasen de que iban a ser abuelos del mismo Hijo de Dios, ¡vaya nieto les dio Dios! Los miedos que le entrarían a aquellos padres y la preocupación por lo que tendría que vivir su hija en aquella situación. La primera experiencia era decírselo a José y cómo éste se lo tomaría, ¿cuáles serían los consejos de aquellos padres? Lo cierto es que la responsabilidad que tenían era enorme pero esperanzadora. Fueron ellos los primeros que enseñaron el valor de la familia, nada menos que a la que iba a dar forma a la Sagrada Familia. Fueron aquellos padres los que enseñaron a rezar y a ponerse en las manos de Dios a aquella que iba a llevar en su seno al mismo Dios. Aquellos padres debieron enseñar a la niña cómo ser servicial en las labores de casa, a aquella que después tuvo que ver y acompañar a su Hijo hasta la muerte de cruz. ¡Vaya tarea de aquellos padres de aquella niña que no dudo en decir sí a Dios y traer a la vida al Salvador de la humanidad!
No me cabe la menor duda, que aquella niña, que pasaría a la historia como la Virgen María, después de tantos y tantos esfuerzos de sus padres, la Virgen les tendría un gran amor, no podría ser de otra manera, la madre del Amor que ama. En las fiestas de aquel pueblo, la primera noche, cuando llegaba la Virgen desde su ermita hasta el pueblo, pasaba la noche en la ermita de Santa Ana, entonces me dí cuenta de lo bonito de aquel gesto, la Virgen pasa la primera noche en la “casa de su madre”, como tantas y tantas noches haría en su vida. Pues bien, este gesto devocional, me sorprendió que los lugareños no se habían percatado, por lo general, de hecho alguno me lo manifestó de palabra, que después de tantos años, nunca lo había pensado. Fue entonces cuando pensé, ¡se puede vivir una de desde los costumbrismos! ¡Podemos vivir desde el “como siempre se ha hecho así”! Pienso que eso no es vivir la fe. Es vivir de una tradición popular, más o menos religiosa, pero si se pierde el sentido religioso, se corre el riesgo de vivir sólo una tradición, por muchos “vivas” que se suelten al aire.
La fe no es una mero costumbrismo que nos hace perder el sentido a lo que vivimos, a lo que celebramos, a lo que creemos. La fe es algo vivo, todo culto, toda celebración, está llena de sentido y de vida. Comenzando por la celebración más sagrada, la Eucaristía, hasta lo más puramente popular, como pueden ser las celebraciones de unas fiestas. Me preguntó, si realmente somos conscientes de lo que celebramos, o lo hacemos por costumbre. Tantas procesiones, tantos rituales, tantas oraciones que se hacen, ¿podemos permitirnos el lujo de pasarlos, pero no vivirlos? No estamos en tiempos de perder las oportunidades que se nos dan. A todo aquel que le interese un mínimo su fe, se dará cuenta de lo importante que es pararse y pensar qué es lo que se está haciendo y de qué manera.
Aprovechemos cada oportunidad que nos da la liturgia de la Iglesia para acercarnos al Misterio de nuestra fe. Vivamos con devoción y no por costumbrismo. En la liturgia todo está lleno de sentido que nos hace experimentar el amor y la salvaciónde Dios. Santa Ana y San Joaquín, no vivirían de costumbres con su hija y con su nieto, siendo quienes eran. Tendrían que aprender a vivir el día a día desde la novedad. Hoy estamos llamados nosotros a vivir esa novedad, no lo desaprovechamos. Novedad es contraria a costumbre. No está todo perdido, hoy podemos empezar a vivir la novedad del Evangelio, empieza hoy y no lo dejes para mañana, como decía mi difunto padre “por la calle del después se llega a la plaza del nunca”.
Maximiliano García Folgueiras