lunes, 21 de marzo de 2016

Lunes-Martes-Miércoles Santo 2016

Hoy lunes la Iglesia nos vuelve a dar una catequesis de cómo vivir estos días tan sagrados. Precisamente nos ponen el ejemplo de María de Betania derrochando un perfume para ofrecérselo al Señor. Esto incluso por los que están más cerca del Señor lo pueden criticar, de ahí que Judas Iscariote se quejara. ¿Por qué? ¿Por qué era un derroche? No, la verdadera crítica es por celos, es porque no puede ver que haya personas que derrochen tanto amor hacía el Señor y ellos no sean capaces de ello. En vez de ver con gratitud y satisfacción la adoración y la alabanza de los otros, surge la queja y la crítica. Hoy la Iglesia nos propone pensar hasta dónde podemos demostrar nuestro amor por Él. Qué estamos dispuestos a hacer por Él. No fijarnos tanto en lo que hacen los demás. No poner excusas fáciles para criticarlos. Mirarnos a nosotros y sentir que es Jesús el que pasa a nuestro lado, que es Jesús el que quiere visitarnos y quedarse con nosotros. Que es Jesús el que quiere que le acompañemos en estos días tan difíciles para Él, que no le dejemos solo, que estemos como la Virgen y como San Juan con Él hasta el final. ¿Seremos capaces?
            El martes Jesús ya nos adelanta que no todos serán fieles hasta el final. Hay personas que ante las dificultades, que ante los problemas, que ante otros dioses como son el poder, la fama, el prestigio, el dinero, etc, son capaces de traicionar al que va a dar la vida por nosotros. Esto nos cuesta reconocerlo, nos sentimos avergonzados, porque nos cuesta sabernos pecadores, débiles, frágiles. Jesús nos lo pregunta ¿Vas a ser como Judas Iscariote, que me traiciona? O ¿Vas a ser como Juan, que va a recostar su cabeza sobre mi pecho? Que dos actitudes tan distintas. Los dos compartiendo la vida y la comida con Jesús, pero con una respuesta tan distinta. ¿Cómo vamos a responder nosotros? Hoy reconocemos el amor de Dios, reconocemos como nos ha buscado para darnos su salvación. Le miramos y nos enternecemos de gratitud por su obra para con nosotros. Ahora es Él quien nos pide nuestra respuesta, ser fieles o ser traidores. Ojala no nos dejemos llevar por ninguna otra cosa que no sea su amor, y vivamos estos días acompañando a Cristo en los momentos más difíciles de su vida, sus últimos momentos. Pero tengamos cuidado, porque a veces nos sale el puro voluntarismo, como a Pedro, y entonces Jesús nos volverá a advertir, que el miedo nos puede venir y entonces negar a Cristo. Escuchemos a Cristo como Juan, escuchemos al Señor, pongamos nuestra cabeza en su pecho que late de amor por nosotros y sigamos el ejemplo que él nos da.
            El miércoles Jesús nos dice “os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”. Espero de corazón que ninguno de los que leen este blog seamos estos. Pido al Señor que seamos siempre fieles al Señor. Que seamos los que queremos compartir la mesa del Señor hoy y todos los días de nuestra vida. Él nos invita a su banquete, como cada día, y como mañana nos lo hará oficialmente. Hoy nos pide que vayamos preparándonos para la cena de mañana. Nos pide que hagamos todos los preparativos, que acudamos con Él, y que no nos dejemos llevar por todo lo que nos dice que es mejor vivir de otra manera. San Juan Pablo II, en su último viaje a España, en el año 2003, dijo “merece la pena dar la vida por Cristo”. Escuchemos una vez más esta invitación y rechacemos toda tentación a traicionar al Señor.
Maximiliano García Folgueiras

domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos 2016

Hoy comienza la Semana Grande para los cristianos. Empieza la Semana Santa, donde, paso a paso, celebraremos los grandes momentos que dan sentido a nuestra fe: la Pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo.
            Hoy Domingo de Ramos, recordamos como Jesús era recibido a su entrada en Jerusalén. A Jesús lo recibieron con palmas y ramos al grito de “hosanna Hijo de David”. Todo eran alabanzas a Jesús, que entraba como un “héroe”. Todos habían oído hablar de él, de sus palabras y de sus acciones. Todo el mundo se alegraba que pasara por sus calles.
            Hoy Jesús también pasa por nuestras calles, por nuestras casas, por nuestro lado. Hemos de preguntarnos cómo es nuestra acogida a Cristo. ¿Le acogemos entre alabanzas, cantos y júbilo? ¿le acogemos en silencio? O directamente no lo acogemos porque no nos interesa ni nos importa. ¿Cuál es nuestra postura? Como cristianos nuestra postura es la alabanza y la acogida al Señor, como de hecho hacemos hoy en las iglesias cuando vamos a misa y a las procesiones con los ramos y las palmas. Tenemos que acoger a Cristo que pasa a nuestro lado para demostrarnos que está con nosotros, que le importamos, que él ha venido a entregar su amor para con nosotros.
            Muchos grandes santos han hecho alusión a este día. Algo de lo que también deberíamos pensar y reflexionar. Un papel secundario o ni siquiera eso. Un papel que pasa inadvertido pero que tiene su importancia. Me estoy refiriendo a la borriquilla. ¿Quién piensa en ella? Posiblemente nadie. Y es ella quien lleva sobre sus lomos a Cristo. Este debe ser el papel del cristiano. La Madre Teresa de Calcuta o Emiliano Tardiff se identificaban con la borriquilla cuando la gente les aplaudía. Ellos eran conscientes de que el importante es Cristo, que es al Él a quien debemos llevar en nuestra vida. Que no debemos ser como “Asno” en la película “Shrek” que se crecía ante los aplausos, sintiéndose importante, sino como aquella borriquilla que tuvo el privilegio de llevar sobre sí a Cristo, de acercarle a la gente, de hacerle presente en el pueblo, y sin embargo callado y silencioso.
            Seamos en esta Semana Santa y en nuestra vida, como la borriquilla. Llevemos a Cristo y dejemos que sea Él el principal en nuestra historia. Que nosotros mengüemos para hacer grande al Rey de reyes y Señor de señores: Cristo.
FELIZ SEMANA SANTA
Maximiliano García Folgueiras

sábado, 12 de marzo de 2016

Quinta Semana de Cuaresma 2016


El Amor es aquello que nos engrandece como personas, aquello por lo que merece la pena entregarse y desgastarse. Queremos amar sin medida, como lo hizo Jesús en la cruz. Queremos darnos desde la grandeza de lo que somos.[1]
En esta quinta semana de cuaresma estamos llamados a hacernos una pregunta: ¿Quiénes somos nosotros que hemos merecido la Sangre de Cristo? ¿Qué somos nosotros para recibir tanto amor de Dios, que se entrega hasta la muerte por nosotros? Hemos de ser conscientes de que el amor nos engrandece y nos dignifica como personas. Estamos llamados a vivir del amor de Dios, a entregar ese amor a los demás, para hacer grande y digna la sociedad que nos rodea. Hemos de vivir por y para el amor. Hemos de entregarnos y desgastarnos, a ejemplo de Jesucristo, derrochando el amor que él nos da.
El Domingo, La catequesis de la liturgia nos dice que “Jesús se presentó y todos acudían a él”; Jesús se hace presente entre todos. Esta es la verdad del Evangelio y de nuestra fe. Jesús se hace presente con su Palabra, en los sacramentos, en el prójimo, en el pobre, en el enfermo, en cada situación de la vida. Hemos de estar atentos a esa presencia de Dios entre todos nosotros. Esa presencia exige de nosotros una respuesta, que no siempre es fácil o no siempre es cómoda. Esa respuesta exige estar con Él, escucharle y aprender de Él. Aunque en el evangelio vemos como esa presencia, algunos también la usan para ponerle a prueba y traicionarle. Nuestra respuesta creyente, esa dar respuesta a la acción de Dios con nuestra vida, fijándonos en Él y alimentándonos de Él cada día. En este domingo también se nos enseña el peligro que tiene juzgar el pecado de los demás, sin pensar en el pecado propio. Jesús nos dice “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” y en otro lugar del evangelio “Antes de quitar la paja en el ojo ajeno, quítate la viga que llevas en el tuyo”. Esto nos lleva a preguntarnos sobre nuestra prudencia. Nos hemos de preguntar si nos creemos mejores que los demás, si pensamos que nos merecemos más que el otro. Y el Señor, nos invita a mirarle a Él y nos pregunta directamente «¿Quién se merece más, vosotros o yo?» ante la más que probable respuesta que daríamos «tú» entonces el Señor nos enseña la cruz y nos recuerda «pues mira dónde terminé». La injusticia del hombre siempre está presente. Hemos de aprender a ser justos ante los demás. Hemos de reconocer que nosotros también somos culpables. Hemos de reconocer que, en cuestión de pecado, nadie está libre y por tanto nadie es digno de juzgar a nadie. ¿Cómo somos capaces de condenar el pecado del otro si no condenamos el nuestro? No podemos ser jueces de algo en lo que nosotros también somos cómplices y culpables. Ante esta realidad, el Señor nos muestra su perdón. Es un perdón que salva, es un perdón que libera, es un perdón que nos da la oportunidad, como a la mujer pecadora, de levantarnos y de mirar al Señor, cara a cara. En esa mirada, escuchar como de sus labios sale un “tampoco yo te condeno”. Tampoco nos condena, porque ya ha pagado el precio de nuestro pecado en la cruz. No nos condena porque ya ha dicho “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. No nos condena, porque nos ofrece sus manos traspasadas por los clavos de la cruz para levantarnos, rescatarnos y ponernos de nuevo en camino, de una manera decidida, a caminar por la senda del Señor que es el camino de la Salvación.
El lunes el Señor nos dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas”. Se nos está invitando a ser conscientes de que vivir en pecado es como caminar en tinieblas, donde se está inseguro, se tropieza, se cae, se golpea y se sufre. Aunque hay un peligro de acostumbrarse a esa oscuridad y llegar a poder sentirse cómodos es esa oscuridad. Pero esto no quita a que la luz no exista y que siempre es más poderosa que la tiniebla, por pequeña que sea la luz, siempre sobresale sobre la oscuridad y nos ayuda a no tropezar, a caminar más seguros. Esa luz, el Señor nos afirma que es Él mismo que se nos ofrece para que caminemos en Él por el camino de la verdad y de la justicia. Sólo caminando en la luz podemos dar testimonio de ésta.
El martes nos dice Jesús “yo me voy y me buscaréis”. El Señor sigue insistiendo en su invitación a ir con Él, a no esperar que sea demasiado tarde. Pienso que muchas veces dejamos para el final las oportunidades que se nos ofrecen y al final, cuando ya no hay tiempo ni posibilidad, decidimos. El Señor nos aconseja que estemos con Él, que le busquemos “aquí y ahora”, que le sigamos en este momento donde estemos y cómo estemos. Que es ahora cuando tenemos la oportunidad de abrazar la Vida que Cristo nos ofrece. El Señor nos pide buscar aquí y ahora al Señor para abrazar la vida real que nos ofrece.
El miércoles sigue insistiendo en que nos quedemos con Él, en que seamos fieles a Él, en que nos mantengamos en su palabra, de esta forma podremos ser verdaderos discípulos suyos, que vivamos en la verdad que es Él y que nos hace libres de toda esclavitud.
El jueves, Jesucristo nos recuerda que guardar su Palabra es gozar de la vida plena que nos da. María “guardaba todas las cosas en el corazón”. Siguiendo el ejemplo y el modelo dela Virgen, hemos de ser personas que guardemos la Palabra del Señor en el corazón. Hemos de ser personas de Palabra, gozarnos de su Palabra, vivir su Palabra y testimoniar su Palabra.
El viernes, se nos enseña que la Palabra de Dios, no la podemos guardar sin que resplandezca. La Palabra de Dios, de la que debemos alimentarnos, ha de brillar en nosotros y ser el motivo principal de nuestras acciones. El mismo Jesucristo, con sus obras, daba testimonio de sus palabras. La misma constitución dogmática “Dei Verbum” nos habla de que la Palabra de Dios son “Hechos y palabras intrínsecamente unidos”. Esta ha de ser nuestra vida como creyentes: escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida en nuestras acciones.
El sábado se nos pone de modelo a San José para que como cristianos acojamos en nuestra vida, acojamos en nuestras costumbres a María y a Jesucristo. Que sean ellos los que ocupen en primer lugar nuestro corazón de creyentes. Alimentarnos de ellos, de su ejemplo y de su palabra cada día para crecer como cristianos y madurar nuestra fe. Fiarnos del Señor ya que sus planes, quizá no coincidan con los nuestros, pero son planes de vida eterna.
El amor es la enseña de identidad del cristiano. Es darse a los demás en servicio, es ofrecerse a los demás para darles un bien. El mayor bien que podemos dar como creyentes en Jesucristo, es la vida que Él nos da y que sólo de Él proviene. Este darse a los demás es testimoniar el amor de Cristo del que nos alimentamos en su Palabra y en los sacramentos. Es hacer vida lo que él nos dice y lo que Él nos da. ¿Estás dispuesto a darte a los demás testimoniando el amor de Dios? Serás recompensado con el ciento por uno y con la Vida Eterna, ¿merece la pena, no?

FELIZ QUINTA Y ÚLTIMA SEMANA DE CUARESMA

Maximiliano García Folgueiras



[1] http://reflejosdeluz11.blogspot.com.es/

sábado, 5 de marzo de 2016

Cuarta Semana de Cuaresma 2016


Nuestra fe nos impulsa a comprometernos con un mundo en el que con frecuencia no reina el altruismo y la donación. Queremos transmitir al mundo nuestro compromiso con el testimonio que Jesús nos dejó de darnos desde la acción a los otros.[1]

En esta cuarta semana de cuaresma, que comenzamos con el domingo Laetarae o domingo de la alegría, se nos invita, precisamente, a que compartamos nuestra alegría. Que compartamos la alegría del evangelio, la alegría de la fe. Que seamos unos cristianos activos, que no esperemos ninguna oportunidad especial para compartir nuestra fe, sino que cada momento, cada situación ya es una oportunidad real de poder compartir la alegría que nos da sabernos hijos amados de Dios. Esta es nuestra tarea como cristianos, tener una fe llena de obras de amor, de misericordia y de testimonio ante los demás.
El domingo comienza con una excelente catequesis sobre el perdón y la misericordia. Lo primero que nos dice es que no debemos sentirnos avergonzados por querer acercarnos al Señor, cuando nuestra vida está inmersa en el pecado. Jesús nos dice “que los publicanos y los pecadores solían acercarse a escucharle”. Esta es la realidad, Jesús está dispuesto a acoger a todos, pues Él ha venido a salvar a toda la humanidad, y como en otro lugar del evangelio nos recuerda “Los sanos no necesitan médico sino los enfermos”, y los que nos sentimos pecadores y débiles somos los que cada vez tenemos más necesidad de estar con aquel que tiene la solución de nuestras vidas, Jesucristo. Es verdad que esto, como nos recuerda el mismo evangelio, también nos traerá algún que otro problema, pues no faltaran los que nos recriminen que nos acercamos al Señor, con la vida que llevamos pues siempre ha ocurrido que “los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos”. Podemos pensar que no nos gusta la vida que llevamos, podemos opinar que estaríamos mejor en otro lugar o llevando otra vida y, de hecho, muchas veces optamos por dejarnos llevar de nuestras apetencias, como hizo el hijo pequeño con su padre, en el evangelio. Pero, cuando nos separamos del Señor, suele ocurrir que nos solemos dar cuanta del amor que Dios nos tiene, podemos llegar a recordar el mimo y el cuidado que Dios siempre pone en nosotros, sobre todo, si una vez alejados del Señor, las cosas no nos van mejor, sino que van a peor. Entonces, el Señor nos recuera que pensemos “¿Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí muero de hambre?” y es porque con el Señor, puede que las cosas no sean como nos gustan, puede que nuestra forma de pensar cambiara muchas cosas, pero la realidad es que lo verdaderamente importante para nuestra vida no nos falta, como es el amor y el perdón. Es entonces, cuando, como el hijo pródigo, querremos volver al Señor, arrepentidos. Seguramente nos da vergüenza. De hecho, yo a lo largo de mi vida, me he encontrado personas atemorizadas o con vergüenza, por el tiempo que llevaban alejadas del Señor y que no se atrevían a abrir su corazón, por lo que se pudiera pensar. Hoy el Señor nos recuerda que nos está esperando, que está deseando abrazarnos y darnos una nueva identidad como hijos suyos, que quiere que volvamos a Él, y que no nos avergoncemos, porque a Él no le importa tanto lo que hemos hecho, o el tiempo que hemos estado fuera, sino que volvamos a Él para recibir su abrazo, su perdón, su amor, y su salvación. Esto también puede traer consecuencias, pueden traer celos de otras personas, como del hijo mayor, ese que siempre cumple con lo establecido, ese que siempre cumple con las normas que la Iglesia tiene, ese que siempre se ha mantenido fiel ante las circunstancias, pero que cuando viene otro, no le sabe acoger, no quiere compartir su fe y su vida con él, de hecho, el evangelio nos dice que no quería entrar en la casa, no quiere compartir la fe, porque ve al otro como un obstáculo, como un rival o incluso como un aprovechado. Habría que preguntarse entonces, ¿Cómo ha vivido la fe esta persona realmente? El Padre también va a salir al encuentro de éste y también le va a pedir que entre en la casa, pues lo más grande que tenemos los creyentes es compartir nuestra fe. No hacer de nuestras iglesias o de nuestras parroquias, lugares de celos, lugares de confrontación, lugares de rivalidad, sino como el Señor nos enseña en este evangelio, hagamos de nuestra Iglesia, lugar de oración, de paz, de amor y de concordia, pues en ella todos estamos llamados a vivir con plenitud.
El lunes el Señor nos recuerda que la fe no es algo que se tenga que basar en los signos y en los milagros. Algo que a mí me hace mucho que pensar, pues en ciertos lugares, parece muchas veces, que es lo que busca la gente. Es verdad, que los signos y prodigios sirven para reforzar nuestra fe, sirven para ver la grandeza de Dios y nuestra inmensa pequeñez ante Él. Cuando yo he podido contemplar con mis ojos la acción poderosa de Dios, sólo me queda un sentimiento de recogimiento y de alabanza a Dios por su inmenso amor hacía nosotros. Pero si sólo basáramos nuestra fe en estos momentos, correríamos un tremendo riesgo a pensar que si no hay signos o prodigios es que Dios se ha olvidado de nosotros. Pues bien, el Señor nos recuerda que Él siempre actúa en favor nuestro, de una u otra forma, pero que su amor y su misericordia no nos abandona y que en todo momento está a nuestro lado para que seamos testigos de su amor para con nosotros.
El martes, nos recuerda la esperanza que debemos tener en el Señor. Sus tiempos no son los nuestros y esta realidad suele enervarnos, pues queremos querer respuestas pronto. Pero el Señor nos recuerda que siempre va a pasar a nuestro lado, nos recuerda que quizás estamos poniendo nuestra esperanza en lo equivocado, en lo pasajero, en lo erróneo. Que la solución está en Él, que no busquemos ninguna otra, pues Él pasará a nuestro lado para llenar nuestros vacíos, nuestras necesidades y llenarnos de su vida y de su salvación.
El miércoles nos da una nueva catequesis de humildad en nuestro comportamiento. El mismo Jesús nos dice “Yo no puedo hacer nada por mí mismo”. Esto lo dice ¡Jesús! Esto lo dice ¡El Hijo de Dios! ¡Cómo nosotros podemos pensar que lo podemos todo o casi todo? ¿Cómo podemos ser tan soberbios de pensar que somos más que Jesús? Si Jesús nos dice “No puedo hacer por mi cuenta nada que no vea hacer al Padre” creo que nos está dando en lo que más nos duele, en nuestros quehaceres, en nuestras tomas de decisión, en nuestras voluntariedades. Esto también nos sirve como criterio de discernimiento en cada situación, y no dejarnos llevar por lo que oímos, nos interesa o incluso aquello que pensamos que nos deja más tranquilos. Si Jesús nos aclara que Él, siendo Dios, cumplía la voluntad del Padre, aprendamos nosotros de esta actitud y pongamos nuestra atenta escucha en lo que Dios quiera para nosotros, así seguro que no nos equivocaremos y estaremos haciendo a los demás partícipes del Señor con nuestro ejemplo. Probablemente, actuando así, podamos ser impopulares, incluso algunos se nos echaran encima, “por eso los judíos tenían ganas de matar a Jesús”. Pero esa muerte es el paso a la verdadera vida. No nos dejemos engañar y apostemos por una vida íntegra, y busquemos la vida verdadera que Cristo nos trae.
Siguiendo la catequesis del miércoles, el jueves el Señor nos sigue alentando a que vayamos a Él para tener vida y vida en plenitud. Que ir a Él significa querer renunciar a nuestras apetencias para gozar de la vida del Señor. También este jueves nos habla de cómo debe ser nuestro testimonio. El Señor nos dice “Si doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido”. Esto es algo que podemos pensar que es lógico. Sin embargo, deberíamos hacer nuestro examen de conciencia y pensar cómo es nuestro testimonio, a quien estamos mostrando cuando actúo, cuando hablo, cuando predico. Entonces, posiblemente, caeremos en la cuenta de que, en muchos momentos, soy yo el que se está convirtiendo en el centro de mis acciones y de mis palabras. Este no es el testimonio que Dios quiere que demos, Dios quiere que le mostremos a Él en nuestras acciones y en nuestras palabras, como hizo Juan el Bautista. Él quiere que los demás, a través de nuestro testimonio vean un reflejo del amor de Dios. Este testimonio, no siempre será bien acogido, pues como nos recuerda el Señor, no todos están abiertos a recibir el mensaje de salvación que Él nos trae. Pero esto no debe ser excusa para dejar de dar testimonio cristocéntrico. De lo contrario estaríamos dando un testimonio egocéntrico, que de lo único que sirve es para engrosar personas a nuestro lado. Pero nuestra tarea como cristianos, no es engrosar personas a nuestro lado sino para Dios.
El viernes nos hablará de la coherencia de vida. Que la personas nos reconozcan por nuestras obras. Que no tengamos doblez y que seamos íntegros como Jesús nos enseña “A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo”. Que todos puedan ver al Señor en nosotros, que conociéndonos y viendo nuestro estilo de vida, los demás conozcan el nombre de Cristo y quieran adherirse a Él.
El Sábado nos alerta de que vivir para Él, de proclamar su nombre ante los demás, puede traer discordia. Desgraciadamente, esto lo podemos estar observando ya en nuestra sociedad, cuando observamos cómo quieren desacreditar una y otra vez a la Iglesia y la Religión. Esto ya nos lo alerta Cristo, pero Él nos aliente para seguir por el camino de la evangelización, nos alienta a seguir dando testimonio, como tantos mártires hicieron, n el nombre de Cristo, para que su nombre sea conocido y santificado en todos los lugares del mundo.
Esta semana, estamos exhortados a vivir en plenitud nuestra vida. Estamos llamados a gozarnos de ser cristianos, de sabernos amados y salvados por Dios. Y estamos convocados a hacer a los demás partícipes de esta noticia, con nuestro testimonio activos en cada lugar, en cada momento y a cada persona.
FELIZ CUARTA SEMANA DE CUARESMA.
Maximiliano García Folgueiras



[1] http://reflejosdeluz11.blogspot.com.es/

Motivación IV Semana de Cuaresma