EL
DON DE PIEDAD
El
don de Piedad muchas veces está mal entendido. Quizá porque solemos usar este
término en muchas situaciones diferentes, lo que ha desvirtuado el verdadero
sentido y significado de la Piedad. Hoy se puede entender este don como el
tener compasión por alguien “ten piedad de él y déjale marchar”. Tener piedad
no es otra cosa sino ser conscientes de que pertenecemos a Dios, y que esta
pertenencia es la que da verdadero sentido a nuestra vida. Saber que
pertenecemos a Dios es lo que nos hace mantenernos unidos a Él, incluso en los
momentos más difíciles que podamos pasar por nuestra vida. Evidentemente, si
concebimos esta pertenencia como una obligación, no tendría sentido, porque
estaríamos afirmando que Dios nos ha hecho sus esclavos para que pertenezcamos
a Él y no tengamos ninguna otra opción. Pero esta afirmación, hablaría de un
Dios mezquino e injusto, el cual no es el que nosotros profesamos en el Credo,
un Dios de amor que vino a liberarnos de la esclavitud del pecado. Es desde
este amor que Dios derramó en nosotros, desde el que nos ha de brotar la gratitud
y la alabanza a nuestro Dios; y esto no es otra cosa sino los frutos del don de
la piedad. Por lo tanto, el don de la piedad no es el pietismo. No es ir por la
calle “meando agua bendita”; no es ir con los ojos cerrados, ni, como decía el
Papa Francisco en una de las audiencias de los miércoles, “ir con cara de
estampita”. Sino es “ser capaz de gozar con quien está alegre, llorar con quien
llora, estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en
un error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está
necesitado” (Papa Francisco). Vivir el don de piedad es hacer vida en nuestras
vidas aquello que nos dijo el Señor: “estuve enfermo, preso, hambriento,
sediento, desnudo, y me socorriste. Cuando a uno de mis pequeños hermanos lo
hiciste, a mí me lo hiciste”. (Cf. Mt25,35-40)
El
Espíritu Santo mediante el don de la piedad es el que nos hace ver a Dios como
Padre y al hombre como nuestro hermano. Todos somos hijos, que por el don de
piedad, exclamamos “Abba Padre”. En el fondo el don de piedad es el que nos
hace confesar un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y
Padre (Ef 4,5-6). Esto se traduce, como vivir mi vida como cristiano, hijo de
Dios, hermano en Cristo de todas las demás personas.
El
don de piedad es el que nos empuja a vivir la confianza filial. Es el que nos
empuja a confiar plenamente en Dios nuestro padre “como el más fuerte del
mundo, de los niños”, con el que estamos seguros, pues Él conoce cuanto
necesitamos en cada momento. Saber que él lo sabe y lo cubrirá, pero tener
confianza en ello y saber esperar, pues los tiempos y las maneras de Dios, no
tienen por qué coincidir con los tiempos y las maneras del hombre. Vivir como
verdaderos hijos de Dios, nos hace vivir como hermanos, en amor y servicio a
los demás. Como hacían las primeras comunidades cristianas, poniendo todos los
bienes en común. Y no tenemos que entender bienes, como cosas materiales, que sí
podemos también, sino todo aquello que yo poseo y que puedo poner en servicio y
en amor por el que tengo al lado.
Todo
lo contrario a vivir con el don de la piedad, es el egoísmo. Es la dureza de
corazón. Es el hacernos impasibles ante las necesidades y ante el sufrimiento
humano que puede haber a nuestro alrededor. Es cerrar los ojos a la realidad y
vivir sin importarme lo que ocurre a mi lado. Es vivir centrado únicamente en
lo mío y nada más.
¿Qué
podemos hacer para recibir y vivir en nuestro día a día este Don?
1.
Venerar al Creador. Seguir el ejemplo que
nos dejó San Francisco de Asís, de contemplar la grandeza de la Creación y
reconocerla como don de Dios para mi realización como persona y como cristiano.
2.
Ser conscientes, en palabras de San Pablo
que “todo es nuestro, nosotros de Cristo y Cristo de Dios” (1Co3,23).
3.
Vivir el mandamiento que nos dejó Cristo:
“amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.
Maximiliano García Folgueiras
Este es el Gran Mandamiento,
ResponderEliminarLa Gran satisfacion de Amar y ser Amado.