VIVIR
LA FE
Vivir la fe no es vivir
de una manera piadosa y meramente sacramental. La fe es algo que incumbe a
muchos más aspectos que los meramente personales. La fe no sólo se basa en
sentimientos y vivencias personales. La fe es algo que se debe vivir en
comunidad y creer personalmente.
La creencia si es
personal. Nadie se puede ni se debe meter en las creencias del otro. Cuando se
cae en esto, lo que se suele pensar es en el manipular a las personas o
adoctrinar a las personas. La fe de cada uno es personal, pero se ha de vivir
en comunidad. Hay que compartir las alegrías y las penas, al igual que en una
familia. Pero ésta ha de ser una familia especial en la que lo que se ponga en
común son las alegrías y las penas de nuestra propia vivencia de la fe. Y de
esta manera crecer, apoyarse, animarse juntos. Esta es la verdadera realidad de
la Iglesia. No el mero ritualismo en el que muchas personas se agarran, ya sea
para criticar, ya sea para justificar su vivencia o no de la fe.
La fe se basa en el
Resucitado. Este es el mayor acontecimiento que la Iglesia celebra. El que da
sentido verdadero a toda nuestra existencia. La fe no es la creencia en un Dios
muerto, que no tendría sentido, sino en un Dios vivo. Como nos dice San Pablo
“Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe”. En el evangelio se
nos pregunta “por qué buscáis entre los muertos al que vive”. Muchos gastan
gran parte de su tiempo en demostrar la muerte de Dios. Desde la fe, desde ese
saber escuchar “no está aquí, ha resucitado”, es como debemos transmitir
nuestra alegría, nuestro convencimiento en el amor, la paz, la justicia y la
vida que Dios nos promete y que da sentido a toda nuestra existencia.
Maximiliano García
Folgueiras
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