Ser
fermento cristiano en la Sociedad
El Papa Francisco el pasado 26 de marzo nos dijo: “Los
fieles laicos están llamados a ser fermento de vida cristiana en la sociedad”.
Ante esta afirmación deberíamos caer en la cuenta de que los cristianos estamos
llamados a Evangelizar y dar testimonio de Cristo. Esto es deber de todos los
bautizados, ser fermento, motivo para que los demás vean en nosotros a Jesús, e
inducir a los demás a seguirle también. Debemos ser conscientes que nuestra
labor es ser levadura en la masa, ejemplo y testimonio en la sociedad, y no
guardarnos nuestra fe para nosotros. Estamos llamados a buscar ocasiones para
anunciar a Cristo y a trasmitir la fe.
Los primeros cristianos fueron muy conscientes de su
misión de evangelizar con sus actividades, siguiente así el mandato misionero
de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Yo estaré con vosotros
hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). Así, el Resucitado envía a los suyos a
predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en
Él se difunda en cada rincón de la tierra.
En la sociedad actual, cada uno de nosotros estamos
llamados a compartir la alegría del Evangelio, de saber que Dios está presente
en cada uno de nosotros. La finalidad es que los demás encuentren a Dios en
nuestro corazón, siendo ejemplo de Jesús con nuestras acciones. Así Cristo
reinará en nuestra alma, y en las almas de los que nos rodean.
Pero nuestro ejemplo como laicos debe hacerse de una
manera sencilla y humilde dentro de la Iglesia, sin vivir de manera
protagonista con nuestros actos. La labor del laico es cumplir con el
compromiso adquirido en el Bautismo y la Confirmación, pero sin excederse en
sus funciones. Hay que tener en cuenta que la función del laico es diferente a
la del clero, aunque también desempañe labores dentro de la Iglesia. Su misión
se debe dar especialmente en otros ámbitos en los que él está inmerso, sobre
todo la familia, el trabajo y, en definitiva, todas las relaciones en las que
se ve envuelto en su cotidianidad.
Para terminar, quiero hacer referencia al del Concilio
Vaticano II, de la Constitución "Lumen Gentium 31 y Gaudium et spes
43" lo siguiente:
"A los laicos corresponde, por propia vocación,
tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y
ordenándolos según Dios."
"El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos
de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus
deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico. Se
equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad
permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas
temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al
más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la propia vocación personal de
cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan
que pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fuesen
ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a
ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales.
El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como
uno de los más graves errores de nuestra época.”
Como resumen a lo dicho me parece oportuno citar a
ChL33: “Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen
la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y
comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y
por los dones del Espíritu Santo.
Leemos en un texto límpido y denso de significado del
Concilio Vaticano II: «Como partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta
y rey, los laicos tienen su parte activa en la vida y en la acción de la
Iglesia (...). Alimentados por la activa participación en la vida litúrgica de
la propia comunidad, participan con diligencia en las obras apostólicas de la
misma; conducen a la Iglesia a los hombres que quizás viven alejados de Ella;
cooperan con empeño en comunicar la palabra de Dios, especialmente mediante la
enseñanza del catecismo; poniendo a disposición su competencia, hacen más
eficaz la cura de almas y también la administración de los bienes de la
Iglesia».
Es en la evangelización donde se concentra y
se despliega la entera misión de la Iglesia, cuyo caminar en la historia avanza
movido por la gracia y el mandato de Jesucristo: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15); «Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
«Evangelizar —ha escrito Pablo VI— es la gracia y la vocación propia de la
Iglesia, su identidad más profunda».
Por la evangelización la Iglesia es construida y
plasmada como comunidad de fe; más precisamente, como comunidad de
una fe confesada en la adhesión a la Palabra de Dios, celebrada en
los sacramentos, vivida en la caridad como alma de la existencia
moral cristiana. En efecto, la «buena nueva» tiende a suscitar en el corazón y
en la vida del hombre la conversión y la adhesión personal a Jesucristo
Salvador y Señor; dispone al Bautismo y a la Eucaristía y se consolida en el
propósito y en la realización de la nueva vida según el Espíritu.
En verdad, el imperativo de Jesús: «Id y predicad el
Evangelio» mantiene siempre vivo su valor, y está cargado de una urgencia que no
puede decaer. Sin embargo, la actual situación, no sólo del mundo,
sino también de tantas partes de la Iglesia, exige absolutamente que la
palabra de Cristo reciba una obediencia más rápida y generosa. Cada
discípulo es llamado en primera persona; ningún discípulo puede escamotear su
propia respuesta: « ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9,
16).”
Maximiliano García
Folgueiras
Y es verdad estáis elegidos por Dios y tenéis esa fuerza del Espiru Santo para darnos la gracia Divina que es nuestra salvación. Sin vosotros que seríamos??uh
ResponderEliminarGracias por todo lo que nos transmitís.
El Santo Evangelio, vuestro cansancio y toda vuestra vida.
Para gloria de Dios.