“Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros»”.[1]
Los discípulos estaban en casa con las puertas cerradas.
Los discípulos, que habían conocido en obras y palabras al Señor, estaban
encerrados. ¿Qué les pasaba? ¿A qué tenían miedo? Tenían temor a que les pasara
lo mismo que habían visto que le ocurrió a Jesús. En ese momento, cuando vieron
morir a Jesús de la forma en que lo hizo, les entraron las dudas. No habían
entendido el mensaje que antes el Señor les había dado “el Hijo del hombre tiene que morir y resucitar al tercer día”.
Ellos pensaban que Jesús era el Mesías y sin embargo muchas de sus esperanzas
se habían desvanecido al verle morir. Pero Jesús es veraz. Él cumple sus
promesas. Él vuelve a hacerse presente entre ellos para darles paz. El Señor
siempre aparece, una vez más, para volver a alentar a sus discípulos y
confirmarles que sus esperanzas, anhelos e ilusiones puestas en Él no son en
vano, que Él es el Mesías que tenía que venir a liberarnos y darnos la
Salvación.
Esto nos debe hacer reflexionar sobre muchas de nuestras
actitudes. Pensar cuántas veces en nuestra vida perdemos la esperanza, perdemos
la ilusión, porque algo o alguien importante se ha perdido o se ha ido. En esos
momentos más difíciles solemos dar más importancia a ese momento concreto, como
si lo vivido anteriormente no hubiese tenido sentido. Incluso muchas veces nos
entran las dudas, y podemos llegar a poder pensar que todo lo vivido
anteriormente ha sido una mentira o un sueño. Pero Jesús hoy nos vuelve a
recordar que no tengamos miedo. Que Él está con nosotros, que Él está entre
nosotros. Que tengamos paz para afrontar esos nuevos retos que se nos pueden
ofrecer después de determinados momentos. Que tengamos valor y esperanza,
puesto que el bien, el amor, y la paz es lo que triunfa. En definitiva, la
victoria es la Vida, esa misma vida que Cristo nos da y nos regala, la Vida
Eterna.
“Tomás,
uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Él decía «si no veo en
sus manos la señal de los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo»”.[2]
Qué importante es estar
presente, es estar atento a la venida de Cristo entre nosotros. Muchas veces
nos puede ocurrir que no estamos atentos, o que por hacer otras cosas, aunque
éstas sean muy buenas, nos despistamos de los esencial de nuestra vida
cristiana, poner nuestra atención en Cristo. Cuando actuamos así, estamos
siendo como Tomás. Y muchas veces queremos pruebas para creernos algo. No nos
basta con que nos lo digan. Hoy se nos recuerda que la fe es una confianza en
ese Dios que murió y resucitó por nosotros. Pero como en numerosas ocasiones
solemos actuar como Tomás, el Señor, nos da pruebas de su resurrección.
Vivamos de esta fe que el
Señor nos da y nos fortalece con su Resurrección.
Feliz Semana.
Maximiliano García
Folgueiras
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