«El que me ama guardará
mi palabra y vendremos a él y haremos morada en él. El Defensor, el Espíritu
Santo, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo. La paz os dejo,
mi paz os doy. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.» (Jn 14,23-29)
¿Amamos al Señor? ¿Confiamos en Él y en su Palabra? Su
amor y su Palabra nos dan la confianza y la esperanza de que nada nos separará
de su amor y de su salvación. Nos da la certeza de que Él estará con nosotros
hasta el final. Nos dice su palabra que Él vendrá a quedarse en nosotros, a
hacer morada en nosotros, con su paz, con su amor, con su salvación. ¿Confiamos
en esto? Entonces hoy es el momento de cambiar todas aquellas cosas que nos
hacen vivir como si Dios no estuviese ya con nosotros. Esta Palabra nos invita
a vivir desde ya con la certeza de que Cristo está ya con nosotros. Es verdad
que habrá momentos difíciles que nos pueden hacer dudar, que nos hacen caer en
la desesperanza y la desolación, o en las que dejamos que el dolor y el
sufrimiento se apodere de nosotros. Es verdad, y Dios ya cuenta con ello. Sabe
de nuestra debilidad y de nuestra fragilidad. Por ello nos dice “El Defensor, El Espíritu Santo será quien
os lo enseñe todo y os vaya recordando todo”. El Señor nos exhorta a
prepararnos para este nuevo pentecostés, dónde volverá a derramar su Espíritu
Santo sobre nosotros. Él es nuestro Defensor, Él es la Defensa de nuestra vida.
Él es nuestro refugio en la tribulación y nuestro descanso cuando nos cansamos
del camino. Él quiere que preparemos nuestro corazón para su descanso, su
descanso en nosotros es el Espíritu Santo, que se nos da, por amor. Él Espíritu
Santo será quien nos vaya guiando en nuestro caminar cristiano. Será quien en
nuestros momentos de más oscuridad nos guie por el buen camino. Será quien nos
levante en los momentos difíciles. Será quien nos recuerde todos los días que
somos inmensamente amados por Dios, que somos los elegidos y los preferidos de
Dios. Será el Espíritu Santo quien nos recuerde, cuando ya no tengamos memoria
o no queramos recordar, todo aquello que Dios ha hecho, hace y seguirá haciendo
por nosotros. Será el que nos pregunte “¿recuerdas aquel momento donde estabas
mal y algo ocurrió que te levantaste y volviste a recobrar la esperanza? Fui
yo, y lo hice porque te amo”. El Espíritu Santo es Dios mismo que habita en
nosotros, que hace morada en nosotros, es Dios mismo en nosotros. Si somos conscientes
de esto, ¿Qué nos hará temblar? ¿Qué nos hará acobardarnos? Nada ni nadie nos
puede separar del amor de Dios. Él ha decidido hacer morada en nosotros. Él ha
hecho ya una alianza con nosotros. Él decidió salvarnos ya de una vez para
siempre. No busquemos excusas para negar esto. No busquemos excusas para
alejarnos de esta realidad. Él nos amó primero, y es en esto en lo que reside
la esencia misma del amor. En que Dios nos amó primero y nos salvó. Está
decisión ya fue tomada. Ya tomó la iniciativa Dios de ello. Ya no podemos
cambiarlo. Entonces ¿por qué muchas veces luchamos contra ello? Dejemos de
luchar y vivamos de esta gracia de Dios que nos da. Preparemos nuestro corazón
para que Dios vuelva a hacer morada en nosotros con el Espíritu Santo. Y dejemos
que Dios sea Dios en nuestra vida.
Maximiliano García
Folgueiras
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar