Hoy es el día de
Pentecostés. Día en que la Iglesia nació. Día en que Dios sopló en sus
apóstoles para que predicasen todo aquello que habían visto, oído y vivido
junto con Cristo. Dios sopló su Espíritu Santo para que aquellos apóstoles no
entendían muchas de las cosas que oían a Jesús, les entrase en el corazón y no
se quedarán en los meros razonamientos humanos. El Señor, con su Espíritu,
quiere que seamos hombres y mujeres nuevos, que nos dejemos guiar por la gracia
y la fuerza del Espíritu Santo, y seamos testigos privilegiados de los dones
del Señor y de lo que él ha hecho, hace y seguirá haciendo por el bien de la
humanidad. El Espíritu Santo nos lo manda el Señor para liberarnos de las
esclavitudes, de todo aquello que nos paraliza, de todo aquello que nos impide
ser felices, de aquello que nos separa de los que tenemos al lado y no somos
capaces, por nuestros méritos de acercarnos a ellos. Dios viene con su Espíritu
Santo para que toque nuestra mente y nuestro corazón y se llene nuestra de vida
de amor, de su amor. El Espíritu Santo es el Dios de la unidad y del amor que
viene a penetrarnos para que en nuestra vida reine la paz, el amor, la unidad,
la justicia, la concordia, para que los demás vean, como entonces, en el primer
pentecostés vieron a los apóstoles y exclamaban “mirad como se aman”. El
Espíritu Santo es el que nos empuja a vivir con la seña de identidad del
cristiano, con el amor, pues el mismo amor de dios habita en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que nos ha sido dado. El Espíritu de Dios nos viene para
consolarnos, de las tristezas que podemos tener por las que cosas que nos
defraudan como humanos. Pueden llegar a ser tantas cosas las que nos
entristecen, y muchas veces dejamos que ellas puedan con todo lo bueno que hay
en nuestras vidas. Dios viene a cambiar eso, Dios quiere nuestra felicidad,
Dios quiere darnos todo aquello cuanto necesitamos para salir de todo aquello
que no enturbia el corazón y para ello derrama sobre nosotros todo su amor. Se quiere
quedar en nosotros y hace una nueva efusión del Espíritu Santo para quedarse en
nosotros. Quiere que llenemos nuestra vida de su amor. El Espíritu Santo es que
nos enseña el verdadero camino a seguir la senda del Señor. Es el que, desde el
principio de la Iglesia, la ha guiado y la ha santificado. El Espíritu Santo es
el que da la valentía para sacarnos de nuestros aposentos, de nuestras
comodidades y nos envía a dar testimonio de Dios Vivo y Verdadero. El Espíritu
Santo es el que nos da la fortaleza para predicar de palabra y de obra la
Palabra de Dios. Es el que nos hace sentir importantes para Dios, que ha
decidido hacernos instrumentos suyos para la evangelización de su Iglesia. Dios
no quiere que estemos en tensión, no quiere que tengamos miedo, no quiere que
cerremos nuestro corazón ni nuestras puertas. Quiere una Iglesia abierta, llena
de alegría, que salga a buscar a los que no le conocen y con la gracia del
Espíritu Santo mostrar la un Dios que les ama y cuenta con ellos. El Espíritu
Santo es que nos hará confesar con nuestro corazón que Jesús es el Señor de
nuestras vidas y que es él el que reina en nuestra vida y en su Iglesia. Con el
Espíritu Santo Dios nos otorga todos sus dones y carismas, con los que edifica
a su Iglesia y nos edifica a nosotros como personas y como creyentes. Sin el
Espíritu Santo nos faltaría la pieza fundamental del creyente, aquella que nos
hace fijar la mirada en la Bondad de Dios y nos hace fijar la escucha en su
Palabra.
Maximiliano García
FolgueirasEn nuestra vida se hace muy necesario el pararse de todas las prisas que llevamos habitualmente. Es necesario reflexionar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor y no vivir como si fuésemos ajenos a lo externo. Hoy más que nunca urge saber dar una mirada creyente y esperanzadora ante un mundo en crisis. Nos disponemos a ofrecer una serie de reflexiones que nos ayuden a descubrir lo que hay a nuestro lado y dar una respuesta creyente y comprometida ante las distintas situaciones.
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