sábado, 14 de mayo de 2016

Pentecostés 2016




Hoy es el día de Pentecostés. Día en que la Iglesia nació. Día en que Dios sopló en sus apóstoles para que predicasen todo aquello que habían visto, oído y vivido junto con Cristo. Dios sopló su Espíritu Santo para que aquellos apóstoles no entendían muchas de las cosas que oían a Jesús, les entrase en el corazón y no se quedarán en los meros razonamientos humanos. El Señor, con su Espíritu, quiere que seamos hombres y mujeres nuevos, que nos dejemos guiar por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo, y seamos testigos privilegiados de los dones del Señor y de lo que él ha hecho, hace y seguirá haciendo por el bien de la humanidad. El Espíritu Santo nos lo manda el Señor para liberarnos de las esclavitudes, de todo aquello que nos paraliza, de todo aquello que nos impide ser felices, de aquello que nos separa de los que tenemos al lado y no somos capaces, por nuestros méritos de acercarnos a ellos. Dios viene con su Espíritu Santo para que toque nuestra mente y nuestro corazón y se llene nuestra de vida de amor, de su amor. El Espíritu Santo es el Dios de la unidad y del amor que viene a penetrarnos para que en nuestra vida reine la paz, el amor, la unidad, la justicia, la concordia, para que los demás vean, como entonces, en el primer pentecostés vieron a los apóstoles y exclamaban “mirad como se aman”. El Espíritu Santo es el que nos empuja a vivir con la seña de identidad del cristiano, con el amor, pues el mismo amor de dios habita en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha sido dado. El Espíritu de Dios nos viene para consolarnos, de las tristezas que podemos tener por las que cosas que nos defraudan como humanos. Pueden llegar a ser tantas cosas las que nos entristecen, y muchas veces dejamos que ellas puedan con todo lo bueno que hay en nuestras vidas. Dios viene a cambiar eso, Dios quiere nuestra felicidad, Dios quiere darnos todo aquello cuanto necesitamos para salir de todo aquello que no enturbia el corazón y para ello derrama sobre nosotros todo su amor. Se quiere quedar en nosotros y hace una nueva efusión del Espíritu Santo para quedarse en nosotros. Quiere que llenemos nuestra vida de su amor. El Espíritu Santo es que nos enseña el verdadero camino a seguir la senda del Señor. Es el que, desde el principio de la Iglesia, la ha guiado y la ha santificado. El Espíritu Santo es el que da la valentía para sacarnos de nuestros aposentos, de nuestras comodidades y nos envía a dar testimonio de Dios Vivo y Verdadero. El Espíritu Santo es el que nos da la fortaleza para predicar de palabra y de obra la Palabra de Dios. Es el que nos hace sentir importantes para Dios, que ha decidido hacernos instrumentos suyos para la evangelización de su Iglesia. Dios no quiere que estemos en tensión, no quiere que tengamos miedo, no quiere que cerremos nuestro corazón ni nuestras puertas. Quiere una Iglesia abierta, llena de alegría, que salga a buscar a los que no le conocen y con la gracia del Espíritu Santo mostrar la un Dios que les ama y cuenta con ellos. El Espíritu Santo es que nos hará confesar con nuestro corazón que Jesús es el Señor de nuestras vidas y que es él el que reina en nuestra vida y en su Iglesia. Con el Espíritu Santo Dios nos otorga todos sus dones y carismas, con los que edifica a su Iglesia y nos edifica a nosotros como personas y como creyentes. Sin el Espíritu Santo nos faltaría la pieza fundamental del creyente, aquella que nos hace fijar la mirada en la Bondad de Dios y nos hace fijar la escucha en su Palabra.
Maximiliano García Folgueiras

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