Esta
cuarta y última semana del adviento, se nos invita a reflexionar sobre el
anuncio. Nos invita a mirar ese primer anuncio donde Dios hizo conocer sus
planes de salvación a José y a María. Se nos invita a mirar a María y la
disposición que ésta tuvo a raíz de tan grande mensaje. María supo aceptar aún
sin comprender. Supo aceptar aún sabiendo que tendría problemas. Supo aceptar
aunque su vida, desde ese momento, cambiase totalmente. Ella y todos los planes
que tendría sobre su vida, se veían interrumpidos por la acción de Dios que se
había fijado en ella para llevar a cabo su plan de salvación de los hombres. En
esta cuarta semana de adviento, ya inmersos en la llamada novena de la Navidad,
se nos llama a poner nuestra atención en cómo vivía María la llegada de su
Hijo, de su Señor, del Salvador de toda la humanidad. ¡Cuánta responsabilidad
para una adolescente! Esto es lo que podríamos pensar hoy, sin embargo, ella
aceptó esa responsabilidad y la trajo al mundo para que el mundo fuese feliz y
alcanzase la salvación prometida por Dios. La cuarta semana del adviento nos
hace el llamamiento a aprender de María, su docilidad, su confianza, su entrega
en un Dios que, como ella sabía y asumía, no decepciona sino que cumple todas
sus promesas, porque Dios es Fiel.
En
esta semana hay otro llamamiento que se nos hace a todos los creyentes, Aceptar
a Cristo, Luz del mundo, en nuestra vida, en nuestros hogares, en nuestras
familias, en nuestra sociedad. Dejarle un espacio a Dios que quiere habitar
entre nosotros y con nosotros. Hoy este llamamiento se hace con más fuerza aún
si cabe. En una sociedad inmersa en el consumismo, en el materialismo, cerrada,
en muchos casos, a la acción de Dios, hoy los creyentes no nos podemos esconder
y celebrar esta última semana del adviento con la ilusión, la alegría y las
ganas que puede tener una madre a punto de dar a luz. También, pensando en
estas madres a punto de dar a luz, en los últimos días suelen tener nervios,
incertidumbre e incluso, a veces, ya cierto desánimo porque no ha nacido ya.
También se nos invita a que vivamos así estos días. Que cada día de esta semana
acrecentamos nuestras ganas y nuestra ilusión de que llegue la Salvación de
Dios a nuestras vidas. Aceptar a Cristo, supone llevarlo con alegría en cada
momento, circunstancia que tenga en mi vida. Sabiendo que Cristo, como a María,
aunque nos complique en algunos momentos, nos llena de una inmensa alegría
saber que está con nosotros.
Deberíamos
ser conscientes de que Dios no tiene ninguna necesidad de complicarse, no tiene
ninguna necesidad de hacerse hombre, sin embargo, se ha fijado en la humanidad,
nos ha mirado a cada persona a los ojos y ha decidido hacerse hombre como
nosotros, ha decidido complicarse por su amor a cada uno de nosotros. Esto nos
debería llenar de un absoluto sentimiento de gratitud. Esta actitud es la que
en esta última semana deberíamos vivir como cristianos e hijos de Dios, de un
Dios que se ha fijado en nosotros y ha querido hacerse como nosotros.
En estos días tan próximos a la Navidad, nos
queda solamente esperar la gran fiesta del encuentro con Dios. Como creyentes
debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que esta cercana
celebración representa. Todos nuestros preparativos para la fiesta de nuestro
encuentro con Dios hecho hombre debieran vivirse en este ambiente, con el firme
propósito de aceptar a Jesús en los corazones, las familias y las comunidades.
Y así prepararnos con sinceridad y gratitud a la fiesta de la Navidad, a la
fiesta del Dios con nosotros.
Maximiliano
García Folgueiras