martes, 20 de diciembre de 2016

Feliz Navidad y Feliz año 2017



Dios en su inmenso amor quiso hacerse hombre para compartirlo todo con nosotros. Se quiso poner en nuestras manos, como un bebe, para que le mostrásemos nuestros cuidados y nuestra ternura. Después es Él quien nos acoge y nos abraza para levantarnos y guiarnos hacía la vida que Él nos tiene prometida. Por eso, que en estas fiestas de Navidad, nuestro corazón se llene de agradecimiento a todo un Dios que ha querido hacerse pequeño para hacernos a nosotros grandes. Gratitud a todo un Dios que se ha despojado de su categoría para mostrarnos su amor y su Salvación. Vivamos estas fiestas unidos en un abrazo a nuestro Señor. El abrazo de María cuando le tuvo en brazos en Belén y en Jerusalén y el abrazo que Él nos da a todos los hombres.
FELIZ NAVIDAD

Maximiliano García Folgueiras


domingo, 18 de diciembre de 2016

El anuncio



Esta cuarta y última semana del adviento, se nos invita a reflexionar sobre el anuncio. Nos invita a mirar ese primer anuncio donde Dios hizo conocer sus planes de salvación a José y a María. Se nos invita a mirar a María y la disposición que ésta tuvo a raíz de tan grande mensaje. María supo aceptar aún sin comprender. Supo aceptar aún sabiendo que tendría problemas. Supo aceptar aunque su vida, desde ese momento, cambiase totalmente. Ella y todos los planes que tendría sobre su vida, se veían interrumpidos por la acción de Dios que se había fijado en ella para llevar a cabo su plan de salvación de los hombres. En esta cuarta semana de adviento, ya inmersos en la llamada novena de la Navidad, se nos llama a poner nuestra atención en cómo vivía María la llegada de su Hijo, de su Señor, del Salvador de toda la humanidad. ¡Cuánta responsabilidad para una adolescente! Esto es lo que podríamos pensar hoy, sin embargo, ella aceptó esa responsabilidad y la trajo al mundo para que el mundo fuese feliz y alcanzase la salvación prometida por Dios. La cuarta semana del adviento nos hace el llamamiento a aprender de María, su docilidad, su confianza, su entrega en un Dios que, como ella sabía y asumía, no decepciona sino que cumple todas sus promesas, porque Dios es Fiel.
En esta semana hay otro llamamiento que se nos hace a todos los creyentes, Aceptar a Cristo, Luz del mundo, en nuestra vida, en nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestra sociedad. Dejarle un espacio a Dios que quiere habitar entre nosotros y con nosotros. Hoy este llamamiento se hace con más fuerza aún si cabe. En una sociedad inmersa en el consumismo, en el materialismo, cerrada, en muchos casos, a la acción de Dios, hoy los creyentes no nos podemos esconder y celebrar esta última semana del adviento con la ilusión, la alegría y las ganas que puede tener una madre a punto de dar a luz. También, pensando en estas madres a punto de dar a luz, en los últimos días suelen tener nervios, incertidumbre e incluso, a veces, ya cierto desánimo porque no ha nacido ya. También se nos invita a que vivamos así estos días. Que cada día de esta semana acrecentamos nuestras ganas y nuestra ilusión de que llegue la Salvación de Dios a nuestras vidas. Aceptar a Cristo, supone llevarlo con alegría en cada momento, circunstancia que tenga en mi vida. Sabiendo que Cristo, como a María, aunque nos complique en algunos momentos, nos llena de una inmensa alegría saber que está con nosotros.
Deberíamos ser conscientes de que Dios no tiene ninguna necesidad de complicarse, no tiene ninguna necesidad de hacerse hombre, sin embargo, se ha fijado en la humanidad, nos ha mirado a cada persona a los ojos y ha decidido hacerse hombre como nosotros, ha decidido complicarse por su amor a cada uno de nosotros. Esto nos debería llenar de un absoluto sentimiento de gratitud. Esta actitud es la que en esta última semana deberíamos vivir como cristianos e hijos de Dios, de un Dios que se ha fijado en nosotros y ha querido hacerse como nosotros.
En estos días tan próximos a la Navidad, nos queda solamente esperar la gran fiesta del encuentro con Dios. Como creyentes debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que esta cercana celebración representa. Todos nuestros preparativos para la fiesta de nuestro encuentro con Dios hecho hombre debieran vivirse en este ambiente, con el firme propósito de aceptar a Jesús en los corazones, las familias y las comunidades. Y así prepararnos con sinceridad y gratitud a la fiesta de la Navidad, a la fiesta del Dios con nosotros.


Maximiliano García Folgueiras

viernes, 2 de diciembre de 2016

Conversión

En esta segunda semana del adviento, reflexionamos sobre la conversión. Si la semana pasada examinábamos aquellas cosas que teníamos que vigilar porque nos alejaba de Dios, en ésta debemos preguntarnos ¿Qué voy a hacer con aquellas cosas que me alejan de Dios? ¿Me voy a quedar igual? ¿Voy a intentar cambiarlo para estar más cerca de Dios? En definitiva, se nos pide que convirtamos aquello que nos impide acercarnos a Dios.
            Esta conversión la hacemos desde la llamada que en esta semana nos hace Juan el Bautista, el precursor del Señor. Él nos dice que preparemos los caminos porque Jesús se acerca y llega. Debemos pensar cómo nos estamos preparando a esta llegada. Si realmente estamos allanando el camino, quitando aquello que estorba y mancha nuestra alma, o si, por el contrario, estamos impasibles, actuando como si nada fuese a suceder.
            En la conversión que se nos pide esta semana, se nos pide que, una vez examinadas las cosas que me alejan de Dios, ahora realice un acto de fe. Si como creyente Dios lo es todo para mí. Si como creyente quiero que Dios se acerque a mi vida y la transforme, entonces, yo debo hacer un acto de fe y un acto de voluntad. Tengo que salir de mi mismo, de mis comodidades, de mis aposentos, y salir al camino de mi vida, para ponerme a recolocar aquello que está desordenado. ¿Qué está desordenado en mi vida? Aquello que responda debo ponerlo a la luz del Señor, reconocerme que soy débil y pecador. Reconocer que soy frágil y caigo en continuas tentaciones. Que muchas veces miro a otros lugares en vez de hacía dónde viene el Señor. He de reconocer, que muchas veces prefiero hacer el camino de los demás, en vez del mío propio, porque pienso que es más fácil o llevadero. Pero Dios nos ha puesto a cada uno nuestro camino, el que más nos conviene, el mejor para nosotros. Y es ese camino el que debemos allanar, es el camino que nos pide Juan el Bautista que debemos aligerar de tantas cosas con que lo llenamos, que no dejamos lugar a que Dios se acerque a nuestra vida.
            ¿Cómo puedo preparar el camino y allanar el sendero? Una vez reconocido mi pecado, pidiendo perdón. Dios que se acerca a nosotros, está deseando que limpiemos nuestra vida de lo que nos separa de Él. Él viene a estar con nosotros. Él viene porque se ha fijado en nosotros, y quiere compartir en todo, nuestra condición humana, salvo en el pecado. Por eso Él quiere que nos abramos a su gracia, a su amor, a su misericordia. Dios nos está esperando para decirnos a cada uno “yo te absuelvo de todos tus pecados” y “te doy una nueva oportunidad, vete y no peques más”. Dios ya lo ha pensado todo para que nos preparemos a su llegada. Quiere que lo acojamos de la mejor de las maneras. Quiere que cuando Él se presente, estemos lo más preparados posibles, para que nos presentemos, como reza la liturgia “santos, entre los santos del cielo”. Que buena oportunidad ésta que nos da ahora el Señor, para que pidamos perdón y nos reconciliemos con Él. Limpiar nuestro corazón y recomenzar de nuevo nuestra vida creyente apostando firmemente por el Dios nuestro Salvador.

Maximiliano García Folgueiras