martes, 24 de mayo de 2016

El Segumiento a Cristo y la Salvación


¿Quién no ha hecho alguna vez una marcha? Cuando uno camina por largo tiempo, sabe que en la mochila debe llevar poco peso, pues al paso del tiempo, la carga se va haciendo cada vez más pesada y el cansancio es más fuerte. De ahí que los expertos en marchas, en escalada, y en cualquier deporte que requiera esfuerzo, pero llevar una carga a la espalda, recomienda que esa carga sea la más pequeña posible.
Esta realidad es la que hace patente el Señor hoy. El Señor nos habla del seguimiento, del camino que hay que realizar para estar con él. Y ya nos adelanta que no llevemos mucha carga, que vayamos ligeros y así llegaremos mejor al final.
El Señor nos promete la salvación, esa que ya anunciaron los profetas y que sin embargo ellos no la vieron. Murieron con la esperanza de que esa salvación de Dios llegase en algún momento y también fuese para ellos. Hoy nosotros ya no tenemos que esperar. Dios, en su Hijo Jesucristo, ya nos ha mostrado la Salvación. Pero esa salvación que nos da Jesucristo, pide algo de nosotros. Nos pide que no nos amoldemos ni nos acomodemos a la vida pasada. Nos pide que tengamos una vida activa, que lo del pasado está muy bien, pero pasado es, que ya no lo volveremos a vivir, y que hoy nos toca una nueva realidad que afrontar y vivir con intensidad. Esa nueva realidad es la llamada que se nos hace a la Santidad. No podemos pensar que eso es sólo para algunos privilegiados, sino que es para todos. La santidad no es hacer milagros o ser una persona muy piadosa, o dedicar mucho tiempo a la oración. Ser santo es dedicar mi vida diaria al Señor, no dejar de hacer las cosas que hago cada día, pero siempre teniendo al Señor presente en cada una de ellas. Ser santo es vivir consciente de la presencia de Dios en nuestras vidas. En definitiva, ser santo, es seguir fielmente a Cristo. Esta debe ser nuestra acción diaria como cristianos, seguir a Cristo. Sabemos que es difícil, pero no imposible. Sabemos que Jesús ya lo pasó mal, que sus apóstoles y que muchos otros seguidores suyos sufrieron el martirio en ese seguimiento. Hoy sabemos que seguir a Cristo es algo que parece estar fuera de lugar y pasado de moda. Pero a pesar de esas dificultades sabemos dónde está la victoria. Cristo murió, sí. Pero no fue una derrota, sino el comienzo de su glorificación en la Resurrección. Los mártires murieron, pero no fueron derrotados, sino que su sangre ha hecho posible la conversión de multitud de cristianos, entre otros, el conocido San Pablo. Todos esos sufrimientos y dificultades que se pueden llegar a pasar por seguir a Cristo tienen una recompensa mayor, que lo convierte en una victoria. El Señor nos lo recuerda hoy, que él nos dará el 101% y la Vida Eterna. En este seguimiento, la primera dificultad que surge, normalmente, es dejar lo que tengo y como estoy viviendo, para vivir una vida más dedicada al Señor y más comprometida con mi fe. Quizás esto implique dejar alguna cosa que hoy pueda considerar imprescindible para mi vida. Pero para vivir la fe en plenitud sólo una cosa es necesaria, el amor a Dios y a los hombres. Jesús nos enseña a que tenemos que desprendernos de cosas, Jesús nos enseña a que ese desprendimiento sea para llenarnos de su amor y así, como dice San Pablo, recorrer la vida para alcanzar la meta que Dios nos promete, la meta de la Salvación y de la Vida.
Maximiliano García Folgueiras

1 comentario:

  1. Entiendo que son almas que se consagran al Señor, con su amor renuncian a todo para salvar nuestras almas. Gracias por darnos vuestro amor.

    ResponderEliminar