martes, 21 de julio de 2015

Ganar al final

Esta tarde he estado jugando a las cartas con mi madre. Desde el principio iba ganando yo, como vulgarmente se dice "dando una paliza". Después de estar toda la partida ganando,  cuando ya parecía que iba a ganar del todo, en la última partida, una jugada maestra de mi madre y he perdido. Ella ha sido la ganadora. Entonces yo me he preguntado: ¿De qué me ha servido ir ganando todo el juego? ¿Qué es más importante, ir ganando y perder o ganar al final?
¿cuántas veces en nuestra vida nos ha podido pasar esto? ¿cuántas veces parece que el éxito va con nosotros y todo termina en nada? San Pablo nos dice "todo lo estimo pérdida con tal de ganar a Cristo ". Lo importante es la meta final. A veces buscamos el éxito momentáneo pero ¿quejé pasa cuando ese éxito desaparece?  Entonces podemos pensar que no vale de nada. Las metas marcan las ilusiones del principio. Nadie comienza nada pensando en no llegar a la meta.  Esto es lo fundamental, pensar en llegar a la meta, mi madre aún perdiendo ha seguido jugando y a llegado a la meta victoriosa. y esto en un juego, pero, ¿y en la vida?  La meta de la vida es la Salvación y la gloria. Es a esa a la que tenemos que tender. No importa si en el camino hay dificultades y parece que no llegamos, lo importante es alcanzar la meta esperada de Cristo Señor y Salvador de la humanidad. Es aquí donde entra el pensar como San Pablo, de nada sirve ir ganando el juego si luego nos perdemos la Gloria. Todo a lo que podemos aspirar no es ganar juegos, sino la partida, y ésta su premio es la Vida Eterna y Plena que nos promete Cristo.
¿Quieres  ganar los juegos o la partida?

lunes, 13 de julio de 2015

El sentido de la vida está en el amor de Dios

En esta semana el Papa nos ha dicho:"El amor compasivo de Cristo es lo que nos da la libertad y la felicidad verdaderas." Y "Qué hermoso es anunciar a todos el amor de Dios que nos salva y da sentido a nuestra vida.". En estas dos frases el Santo Padre, creo nos da a entender la clave para vivir un auténtico  cristianismo, vivir el amor compasivo de Dios con la propia vida. En mi vida me encuentro con muchas personas que nunca se han preguntado para qué están en este mundo,  en definitiva  nunca se han preguntado por el sentido de sus vidas. En estas personas he encontrado un modo de vida muy temporal pues se basan en los momentos pasajeros.  Si estos son buenos, pues se lo pasan bien, si son malos, entonces es cuando la vida no tiene sentido, como si fuese un castigo para la persona. También me he encontrado personas que afirman que el sentido de su vida es el vivir bien. Pero entonces, uno se da cuenta que  estas personas cuando no les va bien, su vida ya no tiene sentido. En un caso y otro, de estas personas, la vida, si no va bien,  si vienen dificultades, ya no tiene sentido. Ojalá no hubiese dificultades, podríamos pensar, pero la realidad es que  éstas vienen y hay que  afrontarlas para seguir creciendo como personas. Es entonces cuando uno ha de escuchar al Papa, que nos recuerda que lo que da sentido a la vida es el amor de Dios que salva. Y con nuestras vidas anunciar este amor, para que  otros puedan encontrar, igualmente, el sentido de sus vidas. No hay otra cosa más importante que sabernos salvados por Dios, de sabernos amados y predilectos de Dios. Si me sé  salvado, esos momentos difíciles  los afrontaré desde la misma salvación y no desde el pensar que aún me tengo que salvar. Entonces afrontaré esos momentos con la decisión de salir adelante y no pensar que no es posible salir. Desgraciadamente muchas personas lo viven desde el derrotismo y es ahí cuando caen el terribles errores con peores consecuencias. Desde esta verdad es desde donde adquiere relevancia lo que  también afirma el Papa Francisco de que es el amor de Dios el que nos da la felicidad y la libertad verdaderas. No puede ser de otra manera. Nuestro buen Dios llena nuestra vida de amor y misericordia. Ya no tenemos que  mendigar amor, podemos ser libres, Dios ha roto nuestras cadenas para hacernos libres y no marionetas de nada ni de nadie. Y es esta libertad la que nos lleva  ser felices.
Sólo el amor de Dios nos hace descubrir que  somos importantes. No hace falta que  hagamos nada ante los demás para ser alguien. Ya somos alguien, y quizás lo más importante, somos hijos amados y predilectos de Dios, llamados a vivir la plenitud de la vida. Para esto vino Jesucristo y a esto somos invitados. yo no quiero faltar a esa invitación, espero que tú, que estás leyendo esto, tampoco, y aceptes también la invitación de ser feliz descubriendo el sentido de tu vida en su amor.
Maximilano García Folgueiras

viernes, 10 de julio de 2015

Evangelio o formalismo

Hace apenas unos minutos he visto por televisión la llegada del Papa Francisco a Paraguay. Después de los actos típicos de recepción y bienvenida, el Papa se acercaba a la gente y en eso unos niños han salido corriendo a abrazar al Santo Padre. En estos momentos a mi me venía a la cabeza aquello que nos dejó Jesucristo en el Evangelio: “dejad que los niños se acerquen a mi”. Y en ese gesto tan simple y tan sencillo y quizás para alguno insignificante, me he dado cuenta de lo importante que es para los cristianos vivir el evangelio. Quizás últimamente el cristiano se ha quedado en la mera moral y en los formalismos, y de hecho es por esto por lo que muchos cristianos hoy critican al Vicario de Cristo en la tierra. Muchos gastan tiempo y dinero en cursos de protocolo. Pero muchas veces por guardar las formas, por guardar el protocolo, por guardar los meros formalismos, dejamos de vivir aquello que es esencial, la propia fe. Yo me pregunto cuál era el protocolo y los formalismos que guardaba Jesucristo en la tierra. Creo que más bien se preocupaba por entregar su vida por amor a la humanidad, para la salvación de todos. Jesucristo pasaba haciendo el bien y quizás sin tanto formalismo. De ahí que le acusarán y al final le terminaran crucificando. Quizás hoy seamos nosotros los que hemos dejado de lado esta postura. Hoy parece primar más aquello que queda bien en la sociedad. Pero la fe no puede buscar el quedar bien, sino en el entregar la vida por amor a Dios. Y Es posible que vivir esto, nos lleve a que nos juzguen y nos critiquen. Pero es entonces cuando nos deberemos acordar de otras palabras de Jesucristo: “Bienaventurados cuando os persigan”. Dios nos promete la felicidad, los formalismos sólo nos aseguran un bienestar pasajero. Es verdad que también hay que guardar las formas, pero cuando se trata de vivir el evangelio, esto es lo que debe priorizar en la vida de los creyentes. De aquí que nos tengamos que preguntar: ¿Con qué me quedo, con la felicidad que me promete Dios o con el bienestar pasajero? Yo por la felicidad del evangelio y de Jesucristo, ¿Tú?
Maximilano García Folgueiras