domingo, 29 de marzo de 2015

La moral cristiana

LA MORAL DEL CRISTIANO
            Es una visión generalizada lo de ver los principios morales como aquellas normas que rigen el comportamiento humano, demostrando si éste es bueno o malo. Evidentemente este modo de ver los principios morales, ya hacen pensar que es algo que va más allá de lo meramente material o jurídico, pues va dirigido a la conducta humana y no al mero hecho.
            Si hablamos de moral cristiana, es cuando se da un paso más, en la fe. La moral cristiana va encaminada al ejemplo que nos dio Jesucristo. La moral cristiana pone su mirada en Cristo y en el mandato que Él nos dejó: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,36). En este mandato vemos una norma que debe ser importante para creyentes y no creyentes. Pues vivir el amor es algo que ayuda al bien común de una sociedad. El amor es una necesidad de primer orden en la persona, de ahí que muchos modos de actuar sean motivados por la búsqueda de una aclamación, por la búsqueda de sentirse acompañado, arropado, etc. En el fondo, por la búsqueda, en cierto modo, de sentirse amado. Lo más importante, quizás, en este punto, es que también se nos implica a nosotros a amar. Amar en todo aquello cuanto hagamos. Algo que piensa hoy la generalidad de la gente, es que cuando haces algo, no puedes ir en contra de alguien, pues entonces nos convertiríamos en “malas personas”. Esto indica que hay un pensamiento generalizado, en pensar que en todo lo que hagamos se debe dar un amor hacía quien vaya dirigida la acción. Si es una acción espiritual, un amor a Dios; si es una acción social o caritativa, un amor hacía el otro; si es una acción propia, como trabajo o deporte, un amor hacía uno mismo. Y es aquí donde entonces la persona consciente o inconscientemente, está cumpliendo la norma moral que nos dio Jesucristo: “amar a Dios, al prójimo y a ti mismo”.
            La diferencia entre el cristiano y el no creyente, es que el primero se aferra a la vida de Cristo, quien “pasó haciendo el bien” nos dice el evangelio. Este mirar a Cristo es lo que nos separa, en palabras de San Pablo, de “aquellos que habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje” (Ef 4,17-21). Estos piensan, erróneamente, que la moral es un conjunto de normas que hay que cumplir porque la razón del hombre así lo ha dispuesto. Pero la moral no deja de ser el medio para vivir la plenitud que nos ha prometido Jesucristo. Es seguir a Cristo y procurar vivir cuanto él nos enseñó en su mensaje y en su obra de amor, misericordia y salvación. Estos tres puntos son, en el fondo, los que busca la moral. Esta es la esencia de la moral cristiana.
            La moral no es algo meramente razonable, pero tampoco una cuestión sólo de fe. La moral, desde la fe, fortalece e ilumina la razón. Vivir el seguimiento de Cristo, y por tanto, vivir la moral cristiana, es comprender, conocer y razonar, la verdad de lo que somos e intentar, desde lo que somos, vivir “haciendo el bien”. La base de toda la moral es ese “hacer el bien” que es un llamado a toda la humanidad. No es cuestión de creyentes o no. No es una cuestión de fe. Todos estamos llamados y queremos vivir en el bien, por lo tanto, la moral cristiana no es algo que no implique a los no cristianos.
La moral cristiana es algo universal, que pese al conocimiento o no de la persona, e independientemente de su fe, se intenta vivir. En el fondo, la moral cristiana recoge el anhelo de la sociedad, que no es otro sino vivir en plenitud y marca un camino: “pasar haciendo el bien a modo y semejanza de Cristo”. Así, alcanzar el amor, la misericordia y la salvación, que llenan todos los deseos y aspiraciones del ser humano.

Maximiliano García Folgueiras

1 comentario:

  1. Me ha encantado la enseñanza, siempre es un placer "escucharte". Cuando haces algo no puedes ir en contra de la gente, porque eso también es ir en contra de Dios.
    Siempre recordaré una cosa que dijiste en una Homilia, que los mandamientos se resumen en dos que realmente son tres. Amar a Dios, amar al prójimo y amarte a ti mismo.

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