jueves, 23 de febrero de 2023

La cultura del descarte

 

La cultura del descarte

 

Cuando se habla de “cultura del descarte” se está hablando de la tendencia que tiene la sociedad en desechar cosas viejas, innecesarias, e incluso personas con otros tipos de recursos más precarios o sin estos recursos. Esto, es lógico pensar, que puede tener una repercusión dentro de la civilización. Una repercusión que será negativa tanto para el medio ambiente, pues se generan cantidades de residuos difíciles de gestionar y que terminan contaminando el medio ambiente, y, a su vez, crea una separación entre las personas, a veces difícil de volver a juntar. Ya que esta cultura lo que promueve es un consumismo excesivo en el que se diferencian más las llamadas clases sociales. De hecho, un dato observable hoy en la sociedad es cómo se está valorando el consumo y la acumulación de bienes, muchas veces sin importar lo que puedan o no tener otras personas, por más cercanas o separadas que estén de uno.

Las raíces de este comportamiento surgieron en la época de la Revolución Industrial. En esta época, debido a que las fábricas y las máquinas se convirtieron en el centro de la producción, se llegó a una mayor eficiencia y a un aumento en la producción. Sin embargo, esto originó un declive en las condiciones laborales del ser humano. Los trabajadores ya no eran tan necesarios como antes, y muchos fueron despedidos o reemplazados por máquinas. Además, las condiciones de trabajo eran a menudo peligrosas e insalubres, y los trabajadores no tenían derechos laborales ni protección contra el despido.

De esta forma en la Revolución Industrial se llegó a desechar a trabajadores que ya no eran considerados útiles o productivos y se dio el reemplazo de trabajadores manuales con maquinaria, el despido de trabajadores mayores o enfermos, o la explotación de trabajadores migrantes o inmigrantes que aceptaban trabajar por salarios bajos y condiciones de trabajo precarias. Lo que llevó a una mayor eficiencia en la producción, pero también a una mayor desigualdad social y a condiciones laborales precarias para los trabajadores. Además, dicho acontecimiento inauguró el opacamiento de la industria artesanal en Europa, y promovió la acumulación de capital, el despojo de las tierras de los campesinos y el saqueo de innumerables riquezas de América Latina.

En relación a todo lo expuesto, el economista escocés Adam Smith, considerado como el padre de la economía política, en su obra principal "La riqueza de las naciones" (1776) presenta su teoría sobre el motor de la economía. sostiene que el motor de la economía es el interés propio o el deseo de ganar dinero de los individuos. Según Smith, cuando las personas buscan maximizar su propio beneficio económico, están impulsando el crecimiento económico de manera natural. Según él, al tratar de aumentar su propia riqueza, los individuos están comprando y vendiendo bienes y servicios, lo que a su vez impulsa el crecimiento económico. De esta manera, percibía que el egoísmo de los capitalistas podría ser el motor de la economía. Smith también argumenta que el libre mercado es el mejor sistema para alcanzar el crecimiento económico, ya que permite a los individuos actuar libremente para buscar su propio beneficio económico. Smith cree que, si el gobierno interviene en la economía, puede distorsionar los precios y obstaculizar el funcionamiento natural del mercado, lo que finalmente perjudicaría el crecimiento económico. Es decir, según Adam Smith el motor de la economía es el interés propio de los individuos, que al buscar maximizar su propio beneficio económico impulsan el crecimiento económico y el libre mercado es el mejor sistema para alcanzarlo.

Todo el consumo, la acumulación de bienes, el desecho de lo que resulta innecesario, lo que ha provocado es una diferenciación social que ha llevado al descarte de las personas. En muchas ocasiones se observa cómo hay grupos o personas excluidas simplemente por su edad, su apariencia, su origen o su condición social. Este descarte personal tiene un impacto negativo tanto en el bienestar como en la autoestima de las personas, creando, de esta manera, una sociedad cada vez más desigual y fragmentada.

Ya el papa Francisco habla de “una cultura de exclusión a todo aquel y aquello que no esté capacitado para producir según los términos que el liberalismo económico exagerado ha instaurado”. El liberalismo económico exagerado es una corriente de pensamiento económico que defiende una economía de mercado libre y una reducción significativa del papel del gobierno en la regulación de la economía. Los partidarios de esta corriente creen que la economía de mercado se auto-regula y que los individuos y las empresas son los mejores jueces para tomar decisiones económicas. Esta corriente se opone a cualquier tipo de intervención gubernamental en la economía, incluyendo la regulación, los impuestos y el gasto público. El Papa Francisco ha expresado su preocupación por el impacto de esta corriente de pensamiento en las personas más vulnerables. En su encíclica "Evangelii Gaudium" (La Alegría del Evangelio), el Papa Francisco ha criticado el liberalismo económico exagerado y ha llamado a una economía más justa y solidaria. El Papa afirma que algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. de esta manera el catedrático de filosofía del derecho y católico Francisco José Contreras en su libro “liberalismo, catolicismo y ley natural” enuncia que la libertad económica si va a acompañada de un Estado de Derecho serio, proporcionaría prosperidad para la sociedad.

En varias ocasiones, el Papa Francisco ha señalado que el capitalismo salvaje y la desigualdad económica son contrarios a los valores cristianos y ha llamado a un cambio hacia un sistema económico más justo y solidario. El Papa Francisco ha argumentado que el capitalismo exagerado no tiene en cuenta las necesidades de las personas más pobres y marginadas y ha llamado a una economía más humana y centrada en el ser humano. Lo que el Papa entiende como que en la actualidad el valor es sinónimo de producción y consumo, y la vida humana y el medio ambiente ya no son valores primarios sino instrumentos para alcanzar una mayor economía en un mundo globalizado. Según esta idea, todo lo que no sirva para aumentar el consumo y la adquisición de bienes se convierte en algo descartable para la sociedad. Todo esto puede ocasionar una postura radical propia de regímenes totalitarios, De ahí la creciente ideología acerca de los ancianos, los no nacidos, los desempleados, los indígenas, los pobres, los discapacitados, etc. Este liberalismo y cultura de exclusión y descarte, como se observa, pone por encima el interés capital sobre la dignidad de la persona.

Ante esto, el papa Francisco en una homilía del 1 de junio de 2015 afirmaba: “Dios construye sobre la debilidad... Él no descarta a ninguna persona porque no conoce la cultura del descarte. Él busca y ama a todos porque en Él todo es amor y misericordia… Cuando leemos la historia de amor entre Dios y su pueblo, pareciera ser una historia de fracasos, pues hasta su Hijo Jesús, fue descartado, juzgado, no escuchado, condenado y asesinado. ¡Pero no!, esta historia termina con el gran amor de Dios, que de lo desechado saca la salvación. De su Hijo descartado, nos salva a todos». «La piedra que desecharon los arquitectos se ha convertido en piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho y ha sido un milagro patente». Una piedra descartada que se convierte en el fundamento. Porque Dios, del descarte saca la salvación…”. Donde pone el acento en el amor y la misericordia ante los más débiles y frágiles de la sociedad. Invita a poner una mirada especial ante el dolor y el sufrimiento, invita a fijarse en el rostro doliente de Jesucristo que se manifiesta en el prójimo, pues él mismo fue descartado, juzgado, no escuchado, condenado y asesinado, como dice el Papa. Con esto promueve el diálogo y el encuentro entre personas de diferentes culturas, religiones, etnias donde premien el respeto y la comprensión y se valore ante todo la dignidad propia de cada individuo. De esta manera, afirma el papa Francisco, se alcanzarían también los objetivos del desarrollo sostenible. Con esta idea, no sería descabellado pensar que, si la humanidad siguiera esta cultura promovida por el Santo Padre, se llegará a alcanzar la Paz y los objetivos del desarrollo sostenible defendidos por Naciones Unidas.

Desde luego lo que es más posible es, sin duda, el acercamiento interreligioso. Éste se refiere a la búsqueda de comprensión y diálogo entre personas de diferentes religiones y creencias. Con ello, se propicia una actitud abierta y respetuosa hacia la diversidad religiosa y cultural. El acercamiento interreligioso puede involucrar el estudio de las creencias y prácticas de diferentes religiones, la participación en eventos interreligiosos y la colaboración en proyectos humanitarios y de servicio comunitario. El objetivo final del acercamiento interreligioso es promover el entendimiento mutuo y la convivencia pacífica entre personas de diferentes creencias y culturas, y contribuir a la construcción de una sociedad más justa y compasiva. De esta manera se entiende que, este acontecimiento ayudaría a prevenir muchos de los conflictos que se están dando en la actualidad, especialmente en aquellos lugares donde conviven diferentes religiones, algo cada vez más habitual debido a la globalización. Precisamente por esta globalización, es importante señalar que en el diálogo interreligioso no se tiene que renunciar a las creencias y a los principios, sino que hay que entenderlos como una oportunidad para comprender y aprender mejor a otros que tienen creencias diferentes. Este diálogo interreligioso no hay que entenderlo como una globalización religiosa sino como un principio que promueve la armonía y la paz en un mundo cada vez más interconectado y diverso.

Maximiliano García Folgueiras

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