La
cultura del descarte
Cuando se habla de
“cultura del descarte” se está hablando de la tendencia que tiene la sociedad
en desechar cosas viejas, innecesarias, e incluso personas con otros tipos de
recursos más precarios o sin estos recursos. Esto, es lógico pensar, que puede
tener una repercusión dentro de la civilización. Una repercusión que será
negativa tanto para el medio ambiente, pues se generan cantidades de residuos
difíciles de gestionar y que terminan contaminando el medio ambiente, y, a su
vez, crea una separación entre las personas, a veces difícil de volver a
juntar. Ya que esta cultura lo que promueve es un consumismo excesivo en el que
se diferencian más las llamadas clases sociales. De hecho, un dato observable
hoy en la sociedad es cómo se está valorando el consumo y la acumulación de
bienes, muchas veces sin importar lo que puedan o no tener otras personas, por
más cercanas o separadas que estén de uno.
Las raíces de este
comportamiento surgieron en la época de la Revolución Industrial. En esta
época, debido a que las fábricas y las máquinas se convirtieron en el centro de
la producción, se llegó a una mayor eficiencia y a un aumento en la producción.
Sin embargo, esto originó un declive en las condiciones laborales del ser
humano. Los trabajadores ya no eran tan necesarios como antes, y muchos fueron
despedidos o reemplazados por máquinas. Además, las condiciones de trabajo eran
a menudo peligrosas e insalubres, y los trabajadores no tenían derechos
laborales ni protección contra el despido.
De esta forma en la
Revolución Industrial se llegó a desechar a trabajadores que ya no eran
considerados útiles o productivos y se dio el reemplazo de trabajadores
manuales con maquinaria, el despido de trabajadores mayores o enfermos, o la
explotación de trabajadores migrantes o inmigrantes que aceptaban trabajar por
salarios bajos y condiciones de trabajo precarias. Lo que llevó a una mayor
eficiencia en la producción, pero también a una mayor desigualdad social y a
condiciones laborales precarias para los trabajadores. Además, dicho
acontecimiento inauguró el opacamiento de la industria artesanal en Europa, y
promovió la acumulación de capital, el despojo de las tierras de los campesinos
y el saqueo de innumerables riquezas de América Latina.
En relación a todo lo
expuesto, el economista escocés Adam Smith, considerado como el padre de la
economía política, en su obra principal "La riqueza de las naciones"
(1776) presenta su teoría sobre el motor de la economía. sostiene que el motor
de la economía es el interés propio o el deseo de ganar dinero de los
individuos. Según Smith, cuando las personas buscan maximizar su propio
beneficio económico, están impulsando el crecimiento económico de manera
natural. Según él, al tratar de aumentar su propia riqueza, los individuos
están comprando y vendiendo bienes y servicios, lo que a su vez impulsa el
crecimiento económico. De esta manera, percibía que el egoísmo de los
capitalistas podría ser el motor de la economía. Smith también argumenta que el
libre mercado es el mejor sistema para alcanzar el crecimiento económico, ya
que permite a los individuos actuar libremente para buscar su propio beneficio
económico. Smith cree que, si el gobierno interviene en la economía, puede
distorsionar los precios y obstaculizar el funcionamiento natural del mercado,
lo que finalmente perjudicaría el crecimiento económico. Es decir, según Adam
Smith el motor de la economía es el interés propio de los individuos, que al
buscar maximizar su propio beneficio económico impulsan el crecimiento
económico y el libre mercado es el mejor sistema para alcanzarlo.
Todo el consumo, la
acumulación de bienes, el desecho de lo que resulta innecesario, lo que ha
provocado es una diferenciación social que ha llevado al descarte de las
personas. En muchas ocasiones se observa cómo hay grupos o personas excluidas
simplemente por su edad, su apariencia, su origen o su condición social. Este
descarte personal tiene un impacto negativo tanto en el bienestar como en la
autoestima de las personas, creando, de esta manera, una sociedad cada vez más
desigual y fragmentada.
Ya el papa Francisco
habla de “una cultura de exclusión a todo
aquel y aquello que no esté capacitado para producir según los términos que el
liberalismo económico exagerado ha instaurado”. El liberalismo económico
exagerado es una corriente de pensamiento económico que defiende una economía
de mercado libre y una reducción significativa del papel del gobierno en la
regulación de la economía. Los partidarios de esta corriente creen que la
economía de mercado se auto-regula y que los individuos y las empresas son los
mejores jueces para tomar decisiones económicas. Esta corriente se opone a
cualquier tipo de intervención gubernamental en la economía, incluyendo la
regulación, los impuestos y el gasto público. El Papa Francisco ha expresado su
preocupación por el impacto de esta corriente de pensamiento en las personas
más vulnerables. En su encíclica "Evangelii Gaudium" (La Alegría del
Evangelio), el Papa Francisco ha criticado el liberalismo económico exagerado y
ha llamado a una economía más justa y solidaria. El Papa afirma que algunos
todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo
crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar
por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión,
que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una
confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder
económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.
Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. de esta manera el catedrático de filosofía del derecho y católico
Francisco José Contreras en su libro “liberalismo, catolicismo y ley natural”
enuncia que la libertad económica si va a acompañada de un Estado de Derecho
serio, proporcionaría prosperidad para la sociedad.
En varias ocasiones, el
Papa Francisco ha señalado que el capitalismo salvaje y la desigualdad
económica son contrarios a los valores cristianos y ha llamado a un cambio
hacia un sistema económico más justo y solidario. El Papa Francisco ha
argumentado que el capitalismo exagerado no tiene en cuenta las necesidades de
las personas más pobres y marginadas y ha llamado a una economía más humana y
centrada en el ser humano. Lo que el Papa entiende como que en la actualidad el
valor es sinónimo de producción y consumo, y la vida humana y el medio ambiente
ya no son valores primarios sino instrumentos para alcanzar una mayor economía
en un mundo globalizado. Según esta idea, todo lo que no sirva para aumentar el
consumo y la adquisición de bienes se convierte en algo descartable para la
sociedad. Todo esto puede ocasionar una postura radical propia de regímenes
totalitarios, De ahí la creciente ideología acerca de los ancianos, los no
nacidos, los desempleados, los indígenas, los pobres, los discapacitados, etc.
Este liberalismo y cultura de exclusión y descarte, como se observa, pone por
encima el interés capital sobre la dignidad de la persona.
Ante esto, el papa
Francisco en una homilía del 1 de junio de 2015 afirmaba: “Dios construye sobre la debilidad... Él no descarta a ninguna persona
porque no conoce la cultura del descarte. Él busca y ama a todos porque en Él
todo es amor y misericordia… Cuando leemos la historia de amor entre Dios y su
pueblo, pareciera ser una historia de fracasos, pues hasta su Hijo Jesús, fue
descartado, juzgado, no escuchado, condenado y asesinado. ¡Pero no!, esta
historia termina con el gran amor de Dios, que de lo desechado saca la
salvación. De su Hijo descartado, nos salva a todos». «La piedra que desecharon
los arquitectos se ha convertido en piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho y ha sido un milagro patente». Una piedra descartada que se convierte en
el fundamento. Porque Dios, del descarte saca la salvación…”. Donde pone el
acento en el amor y la misericordia ante los más débiles y frágiles de la
sociedad. Invita a poner una mirada especial ante el dolor y el sufrimiento,
invita a fijarse en el rostro doliente de Jesucristo que se manifiesta en el
prójimo, pues él mismo fue descartado, juzgado, no escuchado, condenado y
asesinado, como dice el Papa. Con esto promueve el diálogo y el encuentro entre
personas de diferentes culturas, religiones, etnias donde premien el respeto y
la comprensión y se valore ante todo la dignidad propia de cada individuo. De
esta manera, afirma el papa Francisco, se alcanzarían también los objetivos del
desarrollo sostenible. Con esta idea, no sería descabellado pensar que, si la
humanidad siguiera esta cultura promovida por el Santo Padre, se llegará a
alcanzar la Paz y los objetivos del desarrollo sostenible defendidos por
Naciones Unidas.
Desde luego lo que es más
posible es, sin duda, el acercamiento interreligioso. Éste se refiere a la
búsqueda de comprensión y diálogo entre personas de diferentes religiones y
creencias. Con ello, se propicia una actitud abierta y respetuosa hacia la
diversidad religiosa y cultural. El acercamiento interreligioso puede involucrar
el estudio de las creencias y prácticas de diferentes religiones, la
participación en eventos interreligiosos y la colaboración en proyectos
humanitarios y de servicio comunitario. El objetivo final del acercamiento
interreligioso es promover el entendimiento mutuo y la convivencia pacífica
entre personas de diferentes creencias y culturas, y contribuir a la
construcción de una sociedad más justa y compasiva. De esta manera se entiende
que, este acontecimiento ayudaría a prevenir muchos de los conflictos que se
están dando en la actualidad, especialmente en aquellos lugares donde conviven
diferentes religiones, algo cada vez más habitual debido a la globalización.
Precisamente por esta globalización, es importante señalar que en el diálogo
interreligioso no se tiene que renunciar a las creencias y a los principios,
sino que hay que entenderlos como una oportunidad para comprender y aprender
mejor a otros que tienen creencias diferentes. Este diálogo interreligioso no
hay que entenderlo como una globalización religiosa sino como un principio que
promueve la armonía y la paz en un mundo cada vez más interconectado y diverso.
Maximiliano García Folgueiras