sábado, 24 de noviembre de 2018

Buscar la santidad


¿Qué buscamos cuándo seguimos al Señor? Hoy el Señor advierte sobre el peligro de las apariencias. Y es verdad que en nuestros días podemos caer en el peligro de buscar a Dios por nuestro propio interés. Pero cuando ese interés pasa, ¿seguimos buscando a Dios? No faltan casos de personas que acuden a las iglesias simplemente por quedar bien ante los demás, o para sentirse alguien importante por el mero hecho de que se le acepta.
Hoy me viene a la memoria la perícopa dónde dice que un fariseo iba a rezar delante del templo y de pie, poniéndose todos los méritos de todo cuanto hacía. Sin embargo detrás un publicano no se atrevía a levantar la cabeza, mientras se repetía “ten misericordia de este pecador". ¿quién de estos dos buscaba realmente a Dios? En un primer plano, los dos. Los dos van al templo y van a rezar. Pero uno busca a Dios para ser reconocido, el otro busca a Dios para ser salvado. ¿Qué buscamos nosotros?
Dios nos dice “buscad y encontraréis” porque es él, el que se hará el encontradizo con nosotros. Él es el primer interesado en que le encontremos. Él sale a nuestro encuentro, pero ¿qué queremos de él realmente? Unos buscan saciar sus necesidades más básicas o más importantes en cada momento, otros sentir que no están solos. Lo que el Señor nos invita es a ponernos delante de él, y él que nos conoce sabrá correspondernos con lo que necesitamos. No pongamos apariencias ante Dios, y acudamos a él buscando la santidad a la que nos llama. Busquemos en él, su amor, su misericordia, su entrega, su generosidad para con los demás. No busquemos el reconocimiento sino el “SER Santos como él es Santo”.
Maximiliano García Folgueiras

En la oración deja que Dios sea Dios


En muchos momentos y muchos lugares acudimos a la oración pidiendo a Dios que cumpla nuestros deseos o intenciones. Al fin y al cabo podríamos decir que nos parecemos a Santiago y a Juan en el evangelio cuando le piden estar uno a la derecha y otro a la izquierda en su trono.
Pero si nos fijamos bien, esta actitud es buena. Los apóstoles se acercan a Jesús y le piden, ¡quieren estar junto al Señor siempre! ¿cómo vamos a decir que esa actitud es mala? Pero una cosa es que no sea mala y otra cosa es que sea la correcta. Muchos de nosotros podemos acudir a Dios de esta manera, y sí, es buena pero no correcta. Esto es como decirle al Señor “hágase tu voluntad, pero respeta la mía” ¿dónde dejamos entonces que Dios actúe en nuestras vidas? En la cita evangélica, antes citada, el Señor responde de una manera curiosa que debería hacernos plantear cuál es nuestra disposición en la oración. El Señor ante la petición de los apóstoles responde “No me corresponde a mí”, sin embargo, él hace una pregunta a los apóstoles y ante su respuesta les dice “deberéis del cáliz que yo beberé y seréis bautizados en el bautismo que yo recibiré”. El Señor responde ante su interés por nosotros, dejando en el aire nuestros intereses y deseos.  
Uno humanamente podría decir, “que interesado es Dios con nosotros”, sin embargo, deberíamos escuchar aquello que dice una canción “ven, descánsate, y deja que Dios sea Dios, tú sólo adórale".
Nuestra oración siempre debe ser acudir a Dios, para dejarle que él haga su obra en nosotros. Nosotros debemos aprender a descansar en él, en adoración. Es ahí donde el Señor actuará. En la oración, dejemos que Dios sea Dios.
Maximiliano García Folgueiras