sábado, 8 de agosto de 2015

En Dios está la solución y la Salvación

En Dios está la solución y la Salvación
Cuando volvieron donde estaba la gente, se acercó un hombre a Jesús y se arrodilló ante él. Le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo". Mt 17,14-15.

Cuando leo el evangelio, muchas veces me llama la atención cómo la gente de aquel entonces,  ante algún problema acudía a Jesús. Cómo entonces pedían piedad al Señor para que actuase ante los diversos problemas. Y ante esta realidad, yo me pregunto qué es lo que hacemos en nuestro tiempo. Si realmente acudimos a Cristo, o si, por el contrario, intentamos arreglar la situación con nuestras fuerzas y nuestros méritos. Veo muchas personas que ante las dificultades se hunden, porque ven y sienten como sus fuerzas se acaban y no son capaces de solucionar aquello que  les está haciendo sufrir. Hoy, hay una palabra para estas personas, hoy el Señor tiene algo que decir a todas esas personas, y es que está esperando que acudas a Él , como aquel hombre a pedir misericordia. Entonces Dios, que siempre actúa, te librará de tus problemas. Igual no te soluciona el problema, pero te dará la gracia, la fuerza y el amor suficientes para que vivas con esperanza y optimismo esa situación.
Por otro lado, en la misma perícopa propuesta anteriormente, vemos la importancia de la intercesión. La importancia que tiene el rezar y el pedir, no sólo por nosotros sino por los demás. Por aquellos que conocemos y que están necesitados de esperanza, de amor, de fe, de salud,etc. Nosotros como creyentes sabemos que hay alguien que puede otorgar todo eso, y es el mismo Cristo. Ejemplo claro de esto puede ser Santa Mónica rogando a Dios por su hijo, quien acabaría siendo el gran obispo de Hipona, San Agustín.  La oración de intercesión , además, cada vez estoy más convencido, es aquella oración que nos hace crecer hacía un sentimiento de fraternidad y de comunidad, como Iglesia, en torno a nuestro Padre Dios. No nos podemos olvidar de rezar los unos por los otros, pidiendo la bendición de Dios para cada uno.
Por último, en la perícopa, veo como las personas con autoridad y responsabilidad hacía otros, se mueven desde el amor y no desde el autoritarismo. Muchas veces podemos ver, o caer, en este error. Pero en el Evangelio propuesto, ese padre va, desde todo su amor por su hijo, a Cristo para que sea Él quien obre con poder. No es el padre quien sana, por mucho que él quisiese, no es el padre quien basándose en su autoridad o en su responsabilidad saca del problema al hijo.  Es el padre, donde yo veo la figura de todos aquellos que tienen que desarrollar algún papel de autoridad y responsabilidad,  quien acudiendo y ,sobretodo, llevando a las personas a Cristo, actúa con verdadera responsabilidad.
Nunca nos dejemos llevar sólo por nuestros criterios.  Vivamos siempre a la luz de Cristo que nos acompaña y actúa en nosotros para darnos aquello que  más necesitamos,  su amor, su misericordia y su Salvación.
Maximilano García Folgueiras 

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