jueves, 10 de noviembre de 2016

afrontar la realidad





CÓMO AFRONTO LAS DIFICULTADES

¿Quién ha dicho que el camino del cristiano es fácil? Nadie nos dijo que fuera a ser fácil. De hecho Jesús ya nos hablaba de las pruebas y de la radicalidad que conlleva seguirle. Él nos dejó dicho que “no había madriguera donde el Hijo de Dios reclinase la cabeza” y en otro lugar nos invita a dejarlo todo y a fiarnos de la más absoluta providencia.
Sabiendo la radicalidad del seguimiento cristiano, muchos habremos podido comprobar cómo a lo largo de la vida atravesamos momentos difíciles y de prueba. En esos momentos podemos pensar de una manera inminentemente pesimista, donde el problema, o la situación que sea es tan terrible que no vamos a poder solucionar nada. O por el contrario podemos mirar ese momento como un momento de crecimiento, tanto como persona como creyente. Si lo miramos de esta segunda manera, lo más probable es que nos agarremos a Dios y le pidamos la fuerza para superar ese momento o esa situación. Como se dice popularmente “nos agarramos a un clavo ardiendo”. Ese “clavo ardiendo” en el ámbito de la fe es Dios mismo. Si nos agarramos a él, veremos cómo nos da la fuerza necesaria para ese momento. La sabiduría popular ya decía “Dios aprieta pero no ahoga” o “Dios escribe recto en renglones torcidos”. En el fondo ya se está diciendo que ante los distintos momentos que atravesemos en la vida, no estamos exentos de la mirada de Dios, que en todo momento, por su infinito amor, querrá darnos las herramientas, que en ese momento necesitemos. Así es como se entiende que nuestras fuerzas se multiplican. No porque nosotros hagamos más de lo que podemos, sino porque Dios nos da su gracia, su sabiduría, su fortaleza. “Dios es la Roca que nos salva”. Es de esta manera en como el creyente coge confianza en Dios y ésta le da esperanza en que todo momento, en que toda situación es pasajera, pues con Dios lo podemos todo. “Si Dios está con nosotros, entonces, quién contra nosotros”. Esta es la gran esperanza cristiana y el motivo que tiene el cristiano para afrontar, con la cabeza alta, cualquier situación por la que atraviese. Es verdad, nunca podremos abandonar nuestra condición humana, y como tal, nos viene el cansancio, el desánimo, la desesperanza, etc. Todo esto no hace sino mirar el futuro de una manera más oscura y difícil. Nos paraliza y nos impide avanzar. Pero debemos preguntarnos, ¿es esto lo que Dios quiere? ¿Es esto lo que yo quiero? Si no es lo que yo quiero, ¿Qué soluciones pongo? Probablemente ya lo has intentado todo y nada ha dado resultado, entonces, es porque quizá la solución no esté en ti. Entonces acepta esta realidad, y busca la solución en aquel que puede dártela, Dios nuestro Señor y nuestro Salvador. Es aquí donde reside nuestra victoria, una victoria que no es nuestra sino de nuestro Dios. Que hace posible lo que parecía imposible, porque para nuestro Dios “no hay nada imposible”. Y con esta esperanza es con la que podemos gritar con fuerte fe que “cuando más grande sea la prueba, más grande será la gloria”. Entonces cabe que me pregunte cómo vivo las distintas situaciones de la vida. Cómo afronto la realidad que me toca en cada momento. En todas esas situaciones y momentos, como creyente se me pide una cosa, mirar a Dios, confiar en que con él “el yugo es llevadero y la carga ligera”, pensar que él está conmigo y no me abandona. Tener esperanza en que con Dios todo es posible.
Maximiliano García Folgueiras

1 comentario:

  1. Una vez acabada la tempestad viene la calma. Nunca se es abandonado,el Señor lo manda a aquellos que más ama.

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