sábado, 26 de noviembre de 2016

vigilancia

Comienza el adviento, un momento en el que la Iglesia nos invita a preparar nuestro corazón a ese recuerdo tierno y maravilloso que hizo posible nuestra Salvación. Dios se fijó en la obra maravillosa de su creación, vio cómo se estaba deteriorando y decidió mostrarnos el camino a seguir de la mejor manera que podía hacerlo, haciéndose uno de nosotros, igual en todo menos en el pecado. Esta manifestación, esta Revelación de Dios es la que recordamos en los días de Navidad, que nos recuerdan que, si Ya Dios se hizo presente entre nosotros una vez, al final de los tiempos, volverá en Gloria y Majestad, para llevarnos con él en la Salvación definitiva. Todo esto tan esperanzador para el creyente, es lo que celebramos en este tiempo especial que se nos invita a vivir, el adviento.
Una pregunta que nos surge como personas es la de “cuándo será eso”. El ser humano, por naturaleza suele ser impaciente, y lo quiere todo de la manera más inmediata. De esto también se valen muchos de los productos que nos venden hoy, para hacer las cosas más rápido y con más eficiencia. Pero los planes de Dios no son los del hombre, la metodología de Dios no es la del hombre. Y la eficiencia de Dios es mucho mayor que la del hombre. Dios nos asegura que “no sabemos el momento”, nos mantiene como en esa tensión que tenemos cuando vemos una serie de televisión y antes de que acabe queremos saber el final porque no soportamos la tensión. Es una tensión que nos mantiene atentos a los sucesos que se van dando y que nos dan pistas para el final. En el fondo esto es lo que hace Dios, nos va dando pistas y pruebas de su amor, de su misericordia, de su presencia, pero no nos dice cuándo llegará, pero lo que sabemos es que llegará. Y lo que nos pide es que mantengamos esta tensión, esta vigilancia atenta mirando los acontecimientos de nuestra vida y descubriendo en ellos las pruebas de Dios.
No saber el momento nos lleva a tener que tomar decisiones. ¿Cómo queremos vivir esta espera? Podemos pensar que esta espera será demasiado larga, entonces me puedo despistar en mis cosas, en mis afanes, en mis intereses, y no estar atento de si llega o no el momento, como las necias del evangelio. Por otro lado, podemos pensar que puede llegar cuanto antes, por lo que vivimos con miedo a ese momento, nos paraliza y nos impide ser libres y felices, esto queda preguntarnos, ¿Cuál es la espera que quiere Dios de nosotros? ¿Qué vigilancia nos pide hacer? Pues una vigilancia parecida a la de un guardia, que emplea todo lo necesario para mantener seguro el cuartel. Así ha de ser nuestra vigilancia, emplear todo lo que tenemos a nuestro alcance para mantener segura nuestra alma. ¿Qué podemos emplear? Es lo que nos va a ir enseñando, semana tras semana, este tiempo de adviento. Además de las ya sabidas como la oración y los sacramentos.
La vigilancia es lo primero que se nos pide. La vigilancia como preparación para el regreso del Señor. Vigilar contra todo aquello que nos tienta y nos hace caer en el mal. En definitiva, vigilar todo aquello que de una u otra manera nos aleja de Dios.
Pongamos todos nuestros empeños, en esta semana primera de adviento en vigilar. Para vigilar, primero he de saber cuáles son los puntos más débiles que hay en mi vida, para ponerlo una mayor vigilancia. Para esto, se me exige hacer un examen de conciencia, ver cómo está mi vida ante Dios, reflexionar cómo estoy esperando la Salvación que Dios me promete. Y después, ver todo aquello que podría estar haciéndolo mejor, y poner todos mis anhelos, mis esperanzas y mis ilusiones en mejorar esos aspectos. Manteniendo la vela de mi fe, la luz de mi alma encendida, para que cuando llegue el Señor me encuentre en condiciones para pasar al Banquete Eterno de la Salvación.
FELIZ PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

Maximiliano García Folgueiras

jueves, 10 de noviembre de 2016

afrontar la realidad





CÓMO AFRONTO LAS DIFICULTADES

¿Quién ha dicho que el camino del cristiano es fácil? Nadie nos dijo que fuera a ser fácil. De hecho Jesús ya nos hablaba de las pruebas y de la radicalidad que conlleva seguirle. Él nos dejó dicho que “no había madriguera donde el Hijo de Dios reclinase la cabeza” y en otro lugar nos invita a dejarlo todo y a fiarnos de la más absoluta providencia.
Sabiendo la radicalidad del seguimiento cristiano, muchos habremos podido comprobar cómo a lo largo de la vida atravesamos momentos difíciles y de prueba. En esos momentos podemos pensar de una manera inminentemente pesimista, donde el problema, o la situación que sea es tan terrible que no vamos a poder solucionar nada. O por el contrario podemos mirar ese momento como un momento de crecimiento, tanto como persona como creyente. Si lo miramos de esta segunda manera, lo más probable es que nos agarremos a Dios y le pidamos la fuerza para superar ese momento o esa situación. Como se dice popularmente “nos agarramos a un clavo ardiendo”. Ese “clavo ardiendo” en el ámbito de la fe es Dios mismo. Si nos agarramos a él, veremos cómo nos da la fuerza necesaria para ese momento. La sabiduría popular ya decía “Dios aprieta pero no ahoga” o “Dios escribe recto en renglones torcidos”. En el fondo ya se está diciendo que ante los distintos momentos que atravesemos en la vida, no estamos exentos de la mirada de Dios, que en todo momento, por su infinito amor, querrá darnos las herramientas, que en ese momento necesitemos. Así es como se entiende que nuestras fuerzas se multiplican. No porque nosotros hagamos más de lo que podemos, sino porque Dios nos da su gracia, su sabiduría, su fortaleza. “Dios es la Roca que nos salva”. Es de esta manera en como el creyente coge confianza en Dios y ésta le da esperanza en que todo momento, en que toda situación es pasajera, pues con Dios lo podemos todo. “Si Dios está con nosotros, entonces, quién contra nosotros”. Esta es la gran esperanza cristiana y el motivo que tiene el cristiano para afrontar, con la cabeza alta, cualquier situación por la que atraviese. Es verdad, nunca podremos abandonar nuestra condición humana, y como tal, nos viene el cansancio, el desánimo, la desesperanza, etc. Todo esto no hace sino mirar el futuro de una manera más oscura y difícil. Nos paraliza y nos impide avanzar. Pero debemos preguntarnos, ¿es esto lo que Dios quiere? ¿Es esto lo que yo quiero? Si no es lo que yo quiero, ¿Qué soluciones pongo? Probablemente ya lo has intentado todo y nada ha dado resultado, entonces, es porque quizá la solución no esté en ti. Entonces acepta esta realidad, y busca la solución en aquel que puede dártela, Dios nuestro Señor y nuestro Salvador. Es aquí donde reside nuestra victoria, una victoria que no es nuestra sino de nuestro Dios. Que hace posible lo que parecía imposible, porque para nuestro Dios “no hay nada imposible”. Y con esta esperanza es con la que podemos gritar con fuerte fe que “cuando más grande sea la prueba, más grande será la gloria”. Entonces cabe que me pregunte cómo vivo las distintas situaciones de la vida. Cómo afronto la realidad que me toca en cada momento. En todas esas situaciones y momentos, como creyente se me pide una cosa, mirar a Dios, confiar en que con él “el yugo es llevadero y la carga ligera”, pensar que él está conmigo y no me abandona. Tener esperanza en que con Dios todo es posible.
Maximiliano García Folgueiras