INVITACIÓN A CENAR
Hoy tenemos una invitación
especial. Hoy todos hemos recibido una invitación a cenar, y no a cenar con
cualquiera, hoy el Rey nos invita a cenar. ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué nos vamos a
poner? ¡Qué nervios, y yo sin ducharme! ¡no me da tiempo a nada! Son preguntas
y pensamientos que nos podrían venir ante tal invitación. Pero, en esta
invitación hay una posdata final, nos pide que no nos preocupemos por cómo
vamos a ir vestidos, que no nos preocupemos por cómo debemos ir, que lo único
que nos debe preocupar es ir, tal y como estemos en este momento. En la carta
lo único que pone es que quiere compartir una cena con nosotros porque quiere compartir
su tiempo con nosotros, quiere estar con nosotros, quiere estar cerca de
nosotros. ¡Qué bueno es nuestro Rey! Sí, así es Jesucristo, hoy nos invita a
cenar con él.
Anthony De Mello decía “En todas las religiones y en todas las
culturas, sentarse alrededor de una mesa servida o preparar los alimentos para
compartir, es parte de la riqueza cultural y ritual”. Es esta riqueza la
que quiere compartir el Señor contigo y conmigo. La riqueza de compartir lo que
tenemos, nuestra pobreza, nuestro pecado, nuestras miserias, da lo mismo, él es
feliz compartiendo el tiempo con nosotros. Él, hoy tomará todo lo que llevemos,
y nos lo lavará. ¡Dios se humilla ante mí! ¿Cómo no sentirse identificado con
Pedro? ¿Cómo dejar al mismo Dios que se ponga a mis pies? Porque sólo así tendremos
parte en la mesa y podremos estar con él. Dejándonos lavar por el Señor de
señores.
La cena representa algo más
que nutrir el cuerpo, conlleva en sí un simbolismo más profundo y
universal relacionado con formas muy sutiles de nutrir a todo nuestro
ser. ¿Con quién compartimos la mesa? Si miramos en nuestro pasado familiar
y cultural, nos daremos cuenta que compartir la mesa es un acto
ritual, es un momento pleno de significado, un honor que hacemos
a otros, porque en esa mesa se servirá lo mejor. Y el hecho de cocinar
para alguien es entregar en esa preparación no solamente la habilidad
culinaria, sino y, sobre todo, el afecto de regalarle al otro el tiempo. Hoy,
se nos pide que este tiempo lo pasemos junto al Señor de la Vida, de la Paz,
del Consuelo, junto al Amor de los amores. Es una cena donde el único alimento
que hay es el amor. ¿Te quieres saciar de amor? Pues ¡hoy estás invitado a un
buffet de amor! Sí, Jesús nos espera a cenar, nos espera con su amor, nos
espera con su entrega, ¡nos espera! Hipócrates decía “Que la comida sea tu alimento y tu alimento tu medicina”, pues hoy
el Señor nos dice: “Yo soy tu alimento, yo soy el Pan, yo soy el Vino, el que
coma de mi Carne y beba de mi Sangre nunca más tendrá hambre ni sed” y nos deja
este alimento para siempre. ¿Quién no quiere este alimento? Verdadero alimento
de vida eterna, verdadera medicina de todo mal. Hoy el Señor quiere dar
cumplimiento a lo que tantas veces nos dijo antes “a vosotros os llamo amigos”
y como amigo nos invita a compartir hoy y siempre la cena con él.
Yo voy a ir, no me lo quiero
perder, tú, ¿Estás dispuesto a ir, o quieres hacer caso a otras invitaciones
que tengas? Tú decides, el Señor te invita y te espera.
Maximiliano García Folgueiras